En Bosque camaleón (2022), su primer libro, la escritora Amaranta Castro presenta una serie de textos narrativos breves, algunos tan breves que podrían llamarse minificciones, en los que busca capturar solo un instante y su atmósfera, así como elaborar conceptos como la pérdida y lo inacabado.
“A mí me gusta escribir sobre atmósferas”, explica Amaranta Castro en entrevista con LUMBRERAS, “sobre escenas que hacen un acercamiento a un instante, y lo prolongo y lo detalló lo más que se puede. Siento que me detengo a observar al personaje o un momento de la trama. Para esto, hay un movimiento lento antes de empezar a escribir. Sí tengo que estar pensando varios días la historia, a lo mejor pienso en toda la historia, pero yo me centro en una escena”.
Editado por la casa independiente Crisálida Ediciones, conocida por sus publicaciones de bolsillo que conjugan la literatura experimental con la ilustración, Bosque camaleón contiene casi una veintena de textos que pretenden hacer un acercamiento al momento exacto y luego dejan un final generalmente abierto.
“Después de observar y hacer zoom a ese momento y detallarlo”, continúa Amaranta Castro sobre sus textos narrativos, “creo que yo sigo mi camino. Es como si me asomara a una ventana y nada más fuera el testigo de un instante, y a veces me detengo antes del verdadero final”.
Este proceso de escritura surgió en medio de la contingencia de covid-19, cuando la editorial Crisálida Ediciones comisionó a Amaranta un libro de poesía, género que también cultiva. La escritora, sin embargo, pasaba por una pérdida en su vida personal que la llevó a explorar otros temas en su escritura, lo que la llevó a los textos narrativos un tanto experimentales que hoy conforman Bosque camaleón.
“En la pandemia hubo un momento en el que me abrumó una pérdida muy fuerte”, narra Amaranta en entrevista, “y lo que recuerdo es que estaba muy perdida. No sabía qué camino tomar para escribir. (…) En un momento de estar reflexionando y platicando con una persona que es muy cercana a mí, dije ‘bueno, voy a escribir sobre lo que estoy viviendo’”.
Para ahondar en conceptos como lo inacabado, lo falto y lo contingente, Amaranta recurrió a sus libros de arte y exploró durante semanas famosas pinturas donde aparecen personajes ya sea sin cabeza o con cuerpos incompletos, imaginó sus historias y visualió una escena en particular que le gustaría llevar a la escritura.
“Me dediqué a observar a estos personajes”, cuenta la escritora, “y eso fue un detonante para mí, para empezar a escribir acerca de ellos. Pensaba que iban a ser historias pequeñas y quería que fuera de personajes sobre todo: centrarme, más que en la trama, en el personaje, y enmarcarlos a manera de escenas o viñetas”.
De este modo, una de las reacciones que Amaranta busca generar en sus lectores es la de un extrañamiento: la noción de que hay algo en el texto que no está dicho, que resulta una especie de misterio que hay que desentrañar por medio de una relectura.
“Lo que a mí me importa”, dice Amaranta al respecto, “es provocar un extrañamiento, ya con la reflexión, con el tiempo, pensando en lo que uno hace, aunque de verdad a veces uno no lo tiene muy claro. No sé si otros escritores o escritoras lo tengan, pero a veces yo no lo tengo muy claro. Eso no significa que el texto vaya a medias o que no me importe, porque siempre hay un trabajo arduo para que el texto vaya lo más cohesionado y legible posible”.
Aunque la escritora sostiene que mantiene una búsqueda por llegar a procesos de escritura que le permitan mantener y hacer evolucionar su práctica, explica que este suele iniciar por el impulso y se sostiene por el cuidado en los detalles, la precisión de las palabras según su sonoridad y la observación como herramienta básica.
“Empieza con el impulso de esta imagen vívida o clara”, ahonda la escritora al respecto, “a veces con diálogos, con tramas, y al poder visualizar o descubrir algo en esa trama. Me gusta mucho, una vez que tengo esta escena, seguir el ritmo, seguir el tono o el color de ese instante en el que le pongo atención a los detalles, y me gusta describir lo que observo”.
Además de lo anterior, la escritora admite que la inspiración para su escritura suele también partir de la cotidianidad, un lugar en el que encuentra motivación suficiente para narrar. Este sería el caso de algunos de los textos más experimentales de Bosque camaleón, que, lejos de narrar una historia o el instante de una escena, son más bien selecciones de frases o palabras bajo títulos como “Palabras para escribir un cuento acerca de un sueño” o “Búsqueda de la palabra inacabado“.
“Estos textos para mí”, dice, “son prácticamente sacados de la cotidianidad. Para mí, la cotidianidad es un lugar que tiene una potencia creativa enorme o extraordinaria. Y sí, espero mucho de la cotidianidad. Espero que justo ahí se dé lo inquietante o lo polimorfo. Entonces, lo ordinario me causa mucha curiosidad”.
Con estos ejercicios literarios, además, Amaranta Castro intenta rendir homenaje a aquellos textos que no tienen inicialmente una intención literaria, como instructivos o entradas de diccionario, pero que pueden evocar imágenes o provocar una experiencia estética en quien los lee. Por ello, algunos de estos listados son invitaciones para que los lectores escriban o produzcan algún material visual, a manera de respuesta, a partir de lo que estos les evoquen.
“No recuerdo quién lo decía”, dice la escritora a esta revista digital, “pero, en estos pequeños textos que no son literarios formalmente, hay como pequeños ámbares adentro y te puedes encontrar un insectito. Esta teoría justo menciona eso: hay textos que tienen dentro un ámbar y allí dentro nace un texto nuevo”.
Según cuenta Amaranta, las artistas plásticas Ivette Chairez, Alejandra Lagunas y Giselle Méndez ya han producido material inspirado en los textos de Bosque camaleón. En una presentación impartida en Chiapas por el escritor Santana García, los asistentes crearon poemas a partir de los listados literarios de Amaranta. Para la escritora, este proceso de respuesta ha sido uno de los elementos de mayor motivación luego de la publicación de su libro.
Una vez terminado el proceso de escritura, Amaranta reunió los textos en tres secciones intituladas con los colores rojo, negro y azul, según la atmósfera que cada uno evocaba. El negro estuvo reservado para historias en la que ocurría una elipsis, una omisión dramática, mientras que en la sección azul se integran textos que construyen una atmósfera en la que no se sabe bien si se trata del sueño o de la vigilia.
“El rojo fue el color que más me tardé en elegir”, explica la escritora, “porque, si bien tiene una connotación ya como muy de lugar común, llegué a leer en el I-Ching, este libro de sabiduría china, que se relacionaba mucho con la enfermedad y con la melancolía, y también es un color de mucha transición y de mucha potencia”.
Para redondear el trabajo editorial, Crisálida Ediciones reunió a Amaranta con la ilustradora Alejandra Lagunas Osorio, quien realizó el diseño de portada e interiores de Bosque camaleón con ilustraciones de estilo collage, una técnica que, a decir de la autora, se integra con los temas abordados en su libro por su naturaleza de algo inacabado o incompleto.
A manera de prólogo, epílogo y cuarta de forros, Bosque camaleón contiene también textos adicionales de Charly Galicia, Alejandro Badillo y Samanta Galán Villa.
Bosque camaleón puede adquirirse en las redes sociales de Crisálida Ediciones.