El Museo Amparo (7 Sur 708, Centro) abrirá este miércoles 14 una nueva etapa en sus salas permanentes con la finalidad de exhibir al público una faceta distinta de su colección propia de arte contemporáneo, que consta de más de cuatrocientas piezas.
Con ello, el Museo Amparo se erige como la única institución de exhibición e investigación artísticas en Puebla con un programa permanente dedicado al arte contemporáneo, como lo sostuvo su director, Ramiro Martínez, en una conferencia de prensa donde se dio a conocer la nueva rotación expositiva.
“No hay muchas instituciones que tengan un programa de arte contemporáneo permanente”, sostuvo. “Es importante ofrecer esa posibilidad al público (…) Eso tiene que ver con los programas de las instituciones, que varían. Cada quien tiene una idea de programación, pero, insisto, no conozco un programa que tenga una continuidad en el arte contemporáneo. Hay flashazos, y de repente suceden cosas, pero no de una manera continua”.
Tatiana Cuevas, curadora de la nueva rotación y encargada de dirigir las investigaciones sobre la colección de arte contemporáneo del museo, recordó por su parte que el Amparo comenzó a coleccionar piezas de este tipo en los años noventa, que hace al menos hace una década comenzó el trabajo de investigación sobre la misma, y que en 2018 se iniciaron los planes para montar exposiciones permanentes con sus piezas.
La primera de esas exposiciones abrió hace dieciocho meses, por lo que el museo decidió realizar la primera rotación de obras exhibidas para responder “a la paradoja de exhibir de forma permanente un acervo en construcción”, ya que el Amparo no ha dejado de adquirir nuevas piezas para su colección. Por ello, como se destaca en un boletín informativo, “esta muestra se formula a manera de una exposición ‘permanente’ que se mantiene en flujo”.
Algunos de los artistas cuyas piezas son coleccionados por el Museo Amparo y que podrán verse en esta nueva rotación son Julieta Aranda, Mariana Castillo Deball, Lourdes Grobet, la fotógrafa Graciela Iturbide, Teresa Margolles, Tania Pérez Córdova, Carlos Amorales, Jan Hendrix, Cisco Jiménez, Gabriel Kuri, Gonzalo Lebrija, Yoshua Okón, Gabriel Orozco, Vicente Rojo, Tercerunquinto y Latino Toons.
En esta ocasión, además, algunas de las piezas de arte contemporáneo, sobre todo aquellas que discurren sobre el territorio y el tiempo, se muestran en compañía de obras de las colecciones del Museo Amparo centradas en el arte prehispánico, con el fin de amplificar su sentido y hacer resonar su valor estético e histórico.
En este enlace puedes leer más sobre las tres colecciones permanentes del Museo Amparo: “Museo Amparo: 31 años de vida, tres milenios de arte mexicano“.
Entre ellas, destaca una escultura de Xipe Tótec del posclásico tardío del valle de Colima, colocada frente a una serie de monocromos en dorado de Gabriel de la Mora. En los patios del museo, finalmente, se colocarán las esculturas “Obelisco transportable”, de Damián Ortega, y “Leverage”, de Pedro Reyes.
Las piezas
Una de las piezas que sorprende desde la primera sala de la exposición “El tiempo de las cosas II” es el muro escultórico de Sofía Táboas realizado con cubos de diversos materiales de construcción, como concreto, vidrio, varillas, ladrillos y metal, con el que se reflexiona sobre los procesos de construcción y autoconstrucción de inmuebles.
Más adelante, en el díptico de fotografías de María José Argenzio puede verse un platanar dorado en medio de un plantío de palmas del mismo fruto. Este ejemplar en particular fue cubierto con hojas de oro a través de una técnica artesanal conocida en la zona. Con ello, según explicó la curadora Tatiana Cuevas en un recorrido por la exposición, la artista buscó discutir fenómenos como la explotación laboral en el campo ecuatoriano.
Otra de las piezas destacadas en la exposición es una instalación de Antonio Bravo, comisionada originalmente por el MUAC, en la que el artista plasmó, desde la abstracción conceptual, la experiencia de migrar del campo a la ciudad.
Tatiana Cuevas también destacó la pieza de Diego Berruecos que consiste en un collage de 507 fotocopias de esquelas publicadas en periódicos impresos tras la muerte de Mónica Pretelini, esposa del entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
Con este collage, el artista buscó trazar un mapeo de las diversas instituciones políticas, empresariales y religiosas que conforman el entramado del poder en México, así como contrastar la atención mediática que recibe la muerte de una persona ligada a un poder fáctico frente al desinterés que suscita, en muchas ocasiones, la de una que carece de una posición privilegiada.
El artista Eduardo Abaroa se presenta en la exposición con la instalación “Proyecto de demolición: Museo Nacional de Antropología”, que consta de varios elementos que recrean una demolición ficticia de dicho museo. Además de planos de las instalaciones del museo en los que se explica cómo se daría y cuánto tardaría dicha destrucción, destaca un tiradero de escombro entre el que se ven piezas arqueológicas.
Finalmente, la curadora Tatiana Cuevas decidió dedicar una sala completa, titulada “Enfoques” a la obra de José León Cerrillo, en la que se muestra la instalación “Gnomon/Cómo leer un mapa”, que consiste en una especie de cancha de ping-pong pero con dimensiones alteradas, con lo que se realiza un juego de minimalismo, abstracción y dislocación de la composición geométrica.
Los núcleos temáticos
Para clasificar las más de cuarenta piezas mostradas en “El tiempo en las cosas II” en un discurso curatorial definido, Tatiana Cuevas construyó seis núcleos temáticos que le permitieron organizar una experiencia museística para el espectador.
El primero de ellos es “Los ciclos del tiempo lineal”, en el que se introduce “la temporalidad como una sucesión de eventos que no necesariamente fluyen en una sola dirección”, según se explica en un boletín del Museo Amparo. En “Renovación”, sala que gira en torno a la escultura de Xipe Tótec, se muestran piezas que reflexionan sobre el impacto humano en los ecosistemas naturales del planeta.
“Imaginarios trastocados” reúne piezas que hablan sobre los contrastes entre los espacios rurales y urbanos, y el impacto de estos en las relaciones sociales, mientras que “Sistemas transversales” se centra en obras artísticas que quiebran con la idea de la naturaleza como un objeto imperturbable.
En “Pulsiones y transgresiones” se exploran narrativas sobre los ciclos de origen, transformación y destrucción, así como sus iconografías y rituales, y finalmente, en “Interpretación de la cultura material”, se expone la instalación de Eduardo Abaroa comentada anteriormente, con la que se discute sobre el concepto de apropiación cultural por parte del Estado y se confrontan las políticas patrimoniales mexicanas.