Jasmine, las hermanas Evelyn y Elizabeth y Eduardo, conocido como “El Deportee”, hijos de migrantes latinos en Estados Unidos, son los protagonistas de Mi casa está en otra parte (2022), el más reciente documental de Carlos Hagerman y Jorge Villalobos, quienes utilizan la animación para dar voz a las esperanzas, las necesidades y los miedos de esta joven generación atrapada entre dos naciones.
El proyecto de este documental, dividido en tres capítulos, se gestó después de que Jorge Villalobos conociera en Miami a la protagonista del primer relato, Jasmine, quien en la película manifiesta su temor a perder a sus padres ante una posible deportación a México.
Villalobos, que cuenta desde hace once años con Brinca, una casa productora especializada en animación y que desarrolla contenidos enfocados en derechos humanos, dio luz verde a Mi casa está en otra parte.
“Este proyecto de Home is somewhere else (por su título en inglés) era de alguna manera algo que se venía gestando desde el inicio de que hicimos Brinca”, señaló Jorge Villalobos en entrevista con LUMBRERAS, “y surgió cuando yo estuve viviendo en Miami, hace como seis años, y ahí me tocó ver de cerca cómo estas historias de niños que, a pesar de ser norteamericanos, viven con el miedo de que sus papás sean deportados porque son indocumentados”.
El realizador reconoció que tener a dos personas en la dirección (él y Carlos Hagerman) fue vital para concluir la producción, sobre todo porque se trata de un largometraje que combina los audios de las entrevistas hechas a los protagonistas con la animación de todos los detalles de sus revelaciones.
“No solo ayuda”, explica al respecto, “es vital, al menos en nuestra experiencia, como cuando te enfrentas a un proyecto tan complejo y sabes que va a requerir tanto tiempo y, justo, creo que tener cuatro ojos en lugar de dos, ayuda muchísimo”.
Por su parte, Carlos Hagerman, quien cuenta con una amplia trayectoria en el cine de no-ficción, resaltó que el recurso de la animación permite acercarse a las audiencias jóvenes, es decir, adolescentes o universitarios que están en plena búsqueda de su identidad.
“A pesar de que mis largometrajes previos de documental no han sido de animación, Jorge y yo empezamos este estudio de animación hace once años justo con la intención de poner la animación al servicio de temas importantes”, abundó a esta revista digital, “y que la animación es una herramienta maravillosa para hacer eso. Desde el inicio, este proyecto fue pensado para la animación, porque lo pensamos para llegar con el tema de la separación familiar, y llegar con el tema de la empatía con estas familias a las audiencias jóvenes”.
El también realizador de El patio de mi casa (2015) y Vuelve a la vida (2010) explicó que el filme no tuvo un guion como tal, sino que se alimentó y se fue desarrollando con base en los testimonios que recolectaron de sus protagonistas. Así, los audios que se escuchan a lo largo de la película son documentales, pues se extrajeron de las entrevistas hechas cn Jasmine, Evelyn, Elizabeth y Eduardo.
“Es una película en la que hicimos una labor muy larga de conocer estas familias”, explica al respecto, “de tener conversaciones con ellas y con esas conversaciones luego nos pusimos a animar”.
El creador subrayó que hacer cine de animación es un reto enorme que puede aligerarse cuando se comparte la responsabilidad con amigos y colegas como Jorge Villalobos, a quien conoce desde hace más de veinte años.
Acerca del testimonio que más los sacudió o conmovió, Hagerman mencionó que le causó mucha ternura documentar a Evelyn y Elizabeth, pues las conoció cuando eran más jóvenes en otra de las producciones que dirigió, Los que se quedan (2008).
“A mí me conmueve mucho haber seguido la historia de esta familia durante más de 12 años”, dice el realizador, “y que pudiéramos seguir teniendo no solo la capacidad de darles la voz y de que ellas contaran cómo han sido los últimos diez años de su vida, sino también la confianza de la familia de aventarse a hacer un proyecto como este y aceptar que lo hiciéramos en animación. Eso a mí me conmueve mucho”.
Tras el anuncio de las nominaciones al premio Ariel, apenas esta semana, Mi casa está en otra parte resultó nominada en dos categorías para la edición número 65: mejor largometraje documental y mejor largometraje animado.
En su momento, Jorge Villalobos señaló que sería un gran logro obtener el galardón en cuestión, pero remarcó que más allá de los festivales y premiaciones, lo que ellos buscan es llevar su filme a escuelas y centros comunitarios a fin de abrir los ojos a las personas que poco o nada saben sobre el tema de la migración.
La reseña
Mi casa está en otra parte es una prueba fehaciente de que el cine de no-ficción puede explorar otras narrativas sin perder su esencia: la de dar voz a quienes no la tienen.
Al evitar convencionalismos como entrevistas a cuadro o “cabezas parlantes”, la cinta tiene un ritmo dinámico y emotivo.
Si bien es cierto que realizadores como Michael Moore ya habían echado mano de la animación para apoyar algunas de sus historias (como en Masacre en Columbine), la dupla Hagerman-Villalobos genera una identidad visual propia, muy vinculada con la idiosincrasia nacional, como se puede notar en la secuencia donde aparecen decenas de tamales.
Sencilla, amena y sumamente digerible, Mi casa está en otra parte también tiene el tino de entrelazar sus relatos a través de los poemas de uno de sus protagonistas, “El Deportee”.
Eso y la atención en los detalles, que recuerdan mucho al anime japonés, al combinar oníricamente las imágenes, hacen que el filme sea una de las mejores propuestas mexicanas de años recientes.
Tras un breve paso en la cartelera comercial hace un par de meses, Mi casa está en otra parte se proyectará hoy jueves 22 de junio a las 19 horas en la cinemateca Luis Buñuel y el viernes 23 a las 18 horas en el foro cultural MUSA, como parte del festival de cine documental Docs Puebla.