En julio de 2021, cuando en Cannes, Francia, se llevaba a cabo la 74a edición del festival internacional de cine más importante del mundo, y comenzaban a dispersarse los primeros reportes sobre lo que pasaba en él, varios puntos llamaban la atención. Se habló extensamente de Annette, el musical de Leos Carax que llevaba música de Sparks; de Benedetta, el intenso drama de Paul Verhoeven sobre un amorío entre dos monjas italianas, y por supuesto de la ganadora, Titane, la nueva cinta de Julia Ducournau que llevaba el oscuro tono del Crash de Cronenberg para reflexionar con cierto cinismo sobre los límites cada vez más difusos entre el humano y la máquina.
También, por supuesto, destacaba la nueva entrega de Apichatpong Weerasethakul, Memoria, por varias razones: es el primer largometraje narrativo del cineasta tailandés después de varios años de haberse dedicado a producir cortometrajes casi inaccesibles ubicados en los límites del cine experimental y el videoarte. Es, además, la primera cinta que este rueda fuera de su país y con un elenco reconocido a nivel internacional, encabezado por Tilda Swinton. Para abonar a la intriga alrededor de esta cinta, Memoria fue coproducida por la compañía mexicana Piano y los Estudios Churubusco, y fue filmada casi por completo en español, con actores hispanohablantes, entre ellos el mexicano Daniel Giménez Cacho.
Casi un año después, cuando Memoria por fin está disponible en algunas salas de México, podemos resolver al fin algunas de las inquietudes que estos datos nos provocaron.
“Terminamos produciendo la película, en conjunto con muchos otros países”, cuenta Mónica Moreno, una de las coproductoras de Memoria, en entrevista con LUMBRERAS, “a raíz de un festival de Cannes al cual asistió Julio Chavezmontes, director de Piano, en el cual se discutió con Diana Bustamante, productora colombiana, y Simon Field, productor de Reino Unido, la posibilidad de que México entrara a esta coproducción, por un lado porque nosotros siempre hemos admirado y seguido el cine de Apichatpong: está muy dentro de la línea del tipo de cine que Piano produce”.
Memoria sigue a Jessica Holland (Tilda Swinton), una mujer británica que vive expatriada en Medellín, Colombia. Una noche, ella se despierta abruptamente cuando escucha un estripotoso sonido, una explosión, que parece que nadie más percibió. Jessica viaja de Medellín a Bogotá, donde su hermana Karen (Agnes Brekke) está hospitalizada, y ahí conoce a Agnes (Jeanne Balibar), una antropóloga forense que investiga unos restos óseos hallados durante la construcción de una carretera.
En algún punto, Jessica visita a Hernán (Juan Pablo Urrego), un ingeniero de sonido que le ayudará a reproducir, con tecnología sonora, el sonido que no ha dejado de perturbarla. Más tarde, cuando viaja con Agnes a la comunidad rural donde se hallaron las osamentas, Jessica conoce a un pescador de memoria fotográfica que parece ser una versión más vieja de Hernán (Elkin Díaz) y con quien discurre amplia y pausadamente sobre la memoria.
Weerasethakul es un director de sello incomparable y Memoria está grabada bajo sus reglas, opuestas a las normas narrativas y estéticas del cine narrativo contemporáneo. Las dos partes en las que se divide la historia parecen estar enfrentadas: el segundo largo acto, en el que Jessica y el viejo Hernán conversan, sin hacer casi nada más, parece quebrar por completo con las líneas narrativas que habían quedado abiertas en el primero.
Algo similar había hecho este mismo director en otras de sus películas. En Tropical malady (2004), Weerasethakul comienza contando la historia de amor entre dos jóvenes hombres tailandeses, su despertar sexual intenso y sus inocentes interacciones. A la mitad de la película, sin embargo, y sin previo aviso, la historia cambia y se torna en un relato místico sobre un hombre que trata de sobrevivir en la mitad de selva, con pocos recursos.
En Syndromes and a century (2006), su siguiente entrega, también se observan dos partes bien marcadas: una ocurre en un centro médico rural de alguna población de Tailandia y la siguiente en un hospital urbano. Algunos diálogos se repiten en ambas partes, pero en distinto escenario, lo que permite reflexionar sobre las diferencias de clase y de acceso a los servicios público entre quienes viven en el campo y quienes viven en la ciudad.
El próximo largometraje de Weerasethakul, El tío Boonme recuerda sus vidas pasadas (2009), le ganó la Palma de Oro en Cannes. Para entonces, el prestigio del tailandés era imparable.
Memoria es para Apichatpong Weerasethakul, en ese sentido, lo mismo que Visage (2009) es para Tsai Ming-liang y Copia certificada (2010) para Abbas Kiarostami.
Estos tres autores audiovisuales emergieron de cinematografías marginales, en países que no se consideran precisamente, fuera del circuito de los festivales, como las grandes mecas del cine. Los tres, sin embargo, lograron hacerse de un amplio reconocimiento internacional —cada uno ganó en algún momento la Palma de Oro— gracias a su estilo único, impredecible, que rompía las normas narrativas y estéticas del cine europeo, y, cuando su prestigió les permitió rodar fuera de sus países, con estrellas del cine tan grandes como Fanny Ardant, Juliette Binoche o Tilda Swinton, ninguno de ellos se dejó embeber en los estándares de los países que los acogieron y prefirieron hacer una película rarísima más para sus enigmáticas filmografías.
“Al tratarse de cine de autor, y al ser un autor que tiene muy consolidada la voz o el estilo, o todo lo que conforma su carrera”, explica al respecto Mónica Moreno, “desde el lado de la producción es importante sumarse a esa visión autoral. Uno ya lo sabe, le está apostando a esa visión, no con la intención de modificarla, sino de apoyarla y dar los medios para que se desarrolle, porque creemos en ella”.
Mónica explica a esta revista digital que Memoria se grabó en Colombia en el formato de 35 milímetros, por lo que el material tuvo que ser trasladado a México, donde se buscó “la mejor forma de revelarlo artísticamente y el tipo de escaneo que requería”. Esto, y parte de la posproducción, se llevó a cabo en los Estudios Churubusco, en México, por lo que estos llevan también un crédito de coproductores.
“Él es un director que siempre está abierto a propuestas”, continúa la coproductora sobre el papel que tuvo Piano en este proyecto. “Eso no quiere decir que no tenga muy clara su visión sobre la película, sobre cómo quiere las escenas, cómo quiere filmarlas. En general, puedo decir que lo que se filmó es el guion tal como estaba ya. En la edición ocurren algunas otras cosas, pero literal las escenas que estaban descritas es como se filmaron”.
La Memoria y el sonido
En una escena de Memoria, Jessica acude con Hernán, un productor sonoro, para que le ayude a reconstruir el sonido que la despertó de madrugada y que continúa atormentándola. Jessica busca en su menta y utiliza algunas palabras, tanto en español como en inglés, con las que busca describir el fuerte bang que escuchó: es como tierra, dice, es como una gran bola de metal, rectifica, cuando Hernán no logra dar con lo que ella busca.
Es una escena casi metaficcional en la que es posible imaginar al director de una película intentando describir el sonido que desea para una determinada secuencia.
“Lo que esa escena tiene bien interesante”, dice el supervisor de sonido de Memoria, Javier Umpierrez, en entrevista con LUMBRERAS, “es que creo que habla de lo difícil que es describir el sonido, como es algo totalmente intangible. Si escuchas las descripciones que hace el personaje de Tilda Swinton, son todas diferentes: da como diez descripciones diferentes y todas muy extrañas. La intención era esa y, sí, se traduce en cómo a veces ciertos directores, que en ocasiones no tienen un conocimiento técnico tan extenso, describen más sensaciones. Un poco sí tiene esa parte metaficcional de alguna manera”.
El sonidista explica que esta escena se filmó casi sin trucos. En el estudio estaban ya los clips de sonido que se utilizarían durante ella, y el actor Juan Pablo Urrego había sido entrenado previamente para manejar los programas de sonido. Lo que el espectador escucha en la cinta es realmente lo que el actor está realizando en el estudio. “Esa escena es un buen ejemplo de cómo trabaja Apichatpong”, dice Javier.
“El proceso”, continúa, “no es algo dejado al azar o de vamos a ver después qué hacemos. Cada sonido está bien pensado, y a veces desarrollado desde antes del rodaje, como en este caso, y muchas veces muy descripto en el guion. Cuando me integré al proyecto, leí el guion y este ya tenia un montón de indicaciones de sonido. Como también hay poco dialogo, hay muchas más acciones, era un guion mucho más literario: tenía descripciones del lugar, de qué pasaba y descripciones del sonido. De alguna manera, tenia ya muy desarrollada la receta y qué sonidos necesitábamos para cada secuencia”.
Aunque los espectadores del cine perciben de manera más natural las imágenes en movimiento, y aprehenden la historia de una película casi por completo a través de ellas, el sonido es parte fundamental del séptimo arte.
“El sonido trabaja desde un plano más inconsciente, digamos”, explica el supervisor de sonido, “porque, volviendo al ejemplo de la escena de Memoria, es difícil de describir pragmáticamente, y eso es lo que lo hace también una herramienta muy poderosa”.
El sonido, continúa, es una ampliación del cuadro. Una escena de película puede ocurrir, por ejemplo, al interior de una habitación, pero a través del sonido se nos puede proporcionar información extra sobre lo que ocurre dentro y fuera de él y que no vemos dentro de la pantalla. A través de los sonidos del viento, del tráfico, de la gente que habla, de los perros que ladran, podemos inferir si estamos en la ciudad o en medio de un bosque, incluso, y de manera casi inconsciente, por la naturaleza de los sonidos, si estamos en un barrio popular o exclusivo.
“Si a una escena le quitas el sonido realista”, sigue el sonidista, “y le dejas solamente el sonido del viento, ya te da una sensación rara, ya no estás en una calle normal, estás en otro tipo de calle. Te pone, como espectador, a pensar qué estoy viendo realmente (…) De alguna manera, te sirve para direccionar hacia dónde va una escena y construir distintos puntos de vista, que pueden ser un punto de vista objetivo, la realidad, o subjetivo, lo que está sintiendo el personaje”.
En Memoria, Apichatpong Weerasethakul pone al centro de la discusión varios de sus temas predilectos: las diferencias no solo sociales ni económicas sino hasta metafísicas entre los espacios urbanos y rurales, la vida en el mundo moderno y, por supuesto, la memoria misma.
“Apichatpong, al mismo tiempo, es muy humano, muy respetuoso del trabajo de cada una de las personas que conforman su equipo”, finaliza la coproductora Mónica Moreno, “y eso es muy importante porque, sin duda, monta una esencia del equipo que está trabajando para ti (…) Creo que para filmar en un país que no es el tuyo, en un idioma que no conoces, necesitas confiar en la gente que tienes alrededor, y sin duda eso es algo que Apichatpong hizo, y el resultado final que tenemos es una gran película de la cual todos los países coproductores estamos muy orgullosos”.
Memoria se proyectará este jueves 17 de marzo a las 18:30 horas en la cinemateca Luis Buñuel de la Casa de la Cultura de Puebla.