La artista plástica Aby Blanco pinta con la tierra.
En la exposición “La piel de la tierra”, que abrió hace unos días en la Casa de la Cultura de Puebla (5 Oriente 5, Centro) y permanecerá hasta el 21 de mayo, la joven artista muestra varias series de piezas de pintura, instalación y arte textil que fueron producidas con los pigmentos que encontró y recolectó en las tierras de los campos de diversos municipios del estado de Puebla.
Aby caminó, recolectó, pulverizó y produjo pigmentos a partir de este material que, reconoce, “no es nada innovador, porque es la primera forma de pintura que tenemos como humanidad”, y que después utilizó para teñir telas, lienzos con retratos y hasta una pared de la sala Juan Cordero, donde su exposición está albergada.
Con ello, esta artista se suma a un movimiento que empieza a surgir entre algunos artistas locales —y quizá más allá de estos territorios— que cuestionan los materiales y procesos con los que producen su obra artística y han emprendido búsquedas para utilizar materiales más sustentables.
“Todo inició por una necesidad de buscar un arte que pudiera tener más cercanía con las personas”, cuenta Aby Blanco en una larga charla con LUMBRERAS, “que yo pudiera interactuar más con las comunidades, porque, en un momento, las prácticas que estaba haciendo, que era la pintura tradicional, digamos, ya no me llenaban, no saciaban mis expectativas”.
En una visita a la comunidad de San José Obrero, en la Meseta Comitera de Chiapas, Aby Blanco vivió un momento crucial: le fueron comisionadas la intervención de un altorrelieve y la creación de una pieza de pintura mural. Al no hallar tiendas cercanas donde pudiera conseguir acrílicos o témperas, la artista decidió utilizar pigmentos naturales que encontró en la comunidad, incluida la propia tierra.
“Intervine ese muro con esas tierras y con las cosas naturales que teníamos”, recuerda Aby al teléfono. “Desde ahí, creo que es el momento en que empieza esta búsqueda o este encuentro con la tierra, y en el cual empiezo a experimentar con este material”.
Otro factor decisivo en el proceso de búsqueda de Aby fue el documental La sal de la tierra (2014), de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, donde conoció la obra de Sebastião Salgado. Esta cinta no solo muestra la práctica artística del fotógrafo documental brasileño, sino también la labor que emprendió para reforestar, con más de dos millones de árboles, un trozo de la selva amazónica.
“A mí lo que me impactó”, cuenta la artista multidisciplinaria, “fue cuando pensé que la obra más grande que pudo haber hecho este señor fue la reforestación de estas hectáreas, o sea, el trabajo fotográfico es excelso, pero esto de darle vida a algo que ya estaba muerto, en tierra árida, es un sueño”.
A la par, Aby cruzaba un momento en su trayectoria artística de desánimo, en el que cuestionaba fuertemente la utilidad social de su trabajo.
“En este momento”, añade Aby al respecto, “yo me encuentro en una situación donde el arte deja de parecer, para mí, útil. Me sentía inútil con lo que hacía, hasta ver esto que pudo llegar a hacer Sebastião. Empecé con una búsqueda para encontrar algo que me acercara a hacer un poquito lo que él hizo, porque quizás en magnitud yo en este momento no podría, no tengo los recursos ni muchísimas cosas, pero con el camino he aprendido eso: a hacer cosas pequeñitas”.
Aby Blanco salió de casa, en la ciudad de Puebla, y comenzó a visitar municipios como San Jerónimo Tecuanipan, Zapotitlán de Méndez, Cuetzalan, Teteles de Ávila Castillo y Atlixco, donde se vinculó con grupos que llevaban a cabo proyectos autogestivos de autosusentabilidad y cuidado de la tierra, mismos que le abrieron la posibilidad de trabajar con los minerales de los suelos.
“Como lo he dicho”, continúa Aby en entrevista, “no es mi intención trabajar sola. Trabajar sola tiene que ver con procesos más rápidos, con que me pueda encerrar aquí en mi estudio a trabajar, pero yo tengo una necesidad de estar con más personas y de que, justamente, las acciones que se puedan hacer también tengan un impacto”.
Poco después, Aby encontró una metodología de acción: con personas de cada comunidad que visitaba, comenzó a realizar recorridos por terrenos con abundante tierra y en conjunto hallaban los diversos colores que estos les ofrecían.
Para algunas de sus piezas, la joven artista eligió a una persona de cada comunidad para retratarla con los colores de su propio territorio. Para otras, enseñó a sus alumnas a pigmentar textiles y les pidió que con ellos produjeran autorretratos.
Para Aby Blanco, quien también ha trabajado en medios artísticos como el performance y la música, esto implicó plantearse una postura política de resistencia frente la rapidez que propician los tiempos contemporáneos. Ella sabe que producir de esta manera será considerablemente más lento a utilizar pintura comercial obtenida en una tienda de la ciudad, pero prefiere hacerlo así.
“La calma, los tiempos lentos”, explica al respecto, “es una resistencia a todo lo que está pasando, a este aceleramiento de querer hacer todo rápido, a no tener conciencia. La conciencia es una palabra importante”.
Estas reflexiones han permitido a Aby Blanco cuestionar no solo los materiales que utiliza para producir cuadros y piezas de intención estética, sino todo aquello que atraviesa su cotidianidad, como la comida y el calzado.
“Para mí”, cuenta la artista, “es resistencia. Hay quienes quieren que las plantas crezcan en un tiempo acelerado y que nos sigamos envenenando, pero es respetar los ciclos, los tiempos. Si yo voy al Comex, me tardo diez minutos en tener mi pintura, para tener estas otras pinturas me tardo semanas, porque son procesos de búsqueda, de procesar las tierras, de pulverizarlas, de prepararlas, y todo esto es lo que me lleva a conocer otras personas”.
Y esto, agrega, le ha permitido acceder a una sensibilidad distinta.
“Justamente busco procesos lentos”, dice en entrevista, “y también es una gran enseñanza para mí, porque a veces yo soy muy desesperada, a veces también quiero tener y hacer las cosas ya, rápido. Es un maestro para mí esto de los procesos lentos y tener conciencia de dónde vienen los materiales, de que no estoy trabajando con veneno, con la industria. Conocer la materialidad, poder oler, poder observar, poder sentir la textura de la tierra, también te lleva a tener otro tipo de sensibilidad”.
Aby Blanco también admite que no está sola en su búsqueda por un quehacer artístico más comprometido con la naturaleza. Otras artistas locales, como Marcela Roldán, que utiliza biomateriales para crear arte, así como Fernanda Suárez, Sandra Flores y Rosa Borrás, son sus referentes de mujeres artistas que han emprendido búsquedas similares a la suya.
Para conocer más sobre una de estas artistas, en este enlace puedes leer la nota de LUMBRERAS “Marcela Roldán usa biomateriales para crear arte“.
“Es una necesidad por la cual también estamos haciendo esto”, reflexiona la artista en entrevista con esta revista digital. “Creo que necesitamos despertar, necesitamos darnos cuenta de esto que apremia tanto, que no está en los noticieros como algo urgente, porque hay otros temas políticos y económicos que le importan más a ciertos sectores. Ya nos dieron tiempos, ya están marcados los años que teníamos para empezar a hacer acciones para ayudar, porque revertir (el cambio climático) no creo que pase, pero otras cosas son más importantes, entre ellas, por ejemplo, nos agarró la pandemia”.
Aby cuestiona finalmente que, en los complejos tiempos de la pandemia de covid-19, la mayoría de la población se centró en protegerse a sí misma, mantenerse viva, y omitió cuestionar el trasfondo ambiental que permitió que una situación de tal magnitud como la que inició a principios de 2020 ocurriera.
La exposición
La exposición “La piel de la tierra”, curada por el gestor y artista Alfro, inicia con un texto de sala escrito por la escritora colombiana Juliana Matallana y un registro fotográfico de Oscar Maskie en el que se documenta el recorrido que Aby realizó, junto a cuarenta estudiantes, en Zapotitlán de Méndez. Más adelante, el visitante encontrará un capelo que contiene algunas muestras de los colores y pruebas de pigmentación en telas con las que Aby trabajó.
Luego seguirán una decena de retratos en pequeño formato que Aby Blanco realizó de una o dos personas seleccionadas en cada municipio donde trabajó, que, además de los ya mencionados, fueron Zapotitlán Salinas, Los Reyes Metzontla, Zacapoaxtla, Puebla y Pahuatlán.
“Los retratos”, explica Aby, “forman parte de un proyecto que inició llamándose ‘Palabras de tierra’, en el cual hacía este proceso de tierra con las comunidades y pintábamos un muro comunitario. En cada uno de los lugares eran temáticas diferentes, pero para mí era un pretexto para hacer la caminata, que es muy importante en el proyecto”.
Luego, Aby Blanco pintó los retratos adhiriéndose exclusivamente a los colores encontrados en cada comunidad. Debajo de cada uno, puede observarse la paleta cromática utilizada.
“Con estos colores también hay una cosa bonita”, añade Aby en entrevista telefónica, “pues estos nos cuentan también de lo lozano de los suelos, del nivel del clima y de procesos físicos, químicos y biológicos que ha pasado la tierra”.
Para el espectador será notorio que en algunas comunidades se encontró una paleta más variada, incluso hay un color de tono azulado, mientras que en otros territorios apenas se hallaron dos o tres pigmentos, y en ocasiones muy parecidos entre sí.
“En la región de Atlixco”, dice Aby, “por mucho que estuve recorriendo, solo encontramos tres colores, y muy parecidos entre ellos. No es que haya una pobreza mineral, sino que también tiene que ver con procesos geográficos. Ahí está el volcán cerca y emite las cenizas, así como procesos de descomposición de organismos, lo que da estos colores en específico. Donde está más alto y donde hay más ríos o más agua, hay más colores”.
Uno de estos sitios se encuentra en el municipio de Cuetzalan, donde los locales que la acompañaban le mostraron a Aby un camino de tierras de colores diversos, “como si se salpicara con acuarela”.
En el futuro, esta artista planea emprender una investigación, acompañada de científicos, que le permita comprender si la variedad cromática de unos u otros territorios tiene que ver con factores como la erosión o la presencia de monocultivos.
Otra de las piezas disponibles en “La piel de la tierra” es una línea larga de tela titulada “El camino”, en cuya ficha presenta las medidas “20 x el infinito”.
“Los colores son infinitos”, explica la artista al respecto. “Yo estoy mostrando una gama representativa de cada uno de los lugares y haciendo la colección del estado de Puebla, pero realmente los colores de la tierra, así como los colores de nuestra piel, son infinitos. No hay forma de que pudiéramos tener todos esos colores, esa riqueza”.
Otros textiles intervenidos con los pigmentos minerales contienen mantras que Aby creó para repetirse a sí misma cuando sentía que el sentido de su práctica artística flaqueaba: “dame fuerza, vida y sol para poder cuidar de la tierra”.
“Esta pieza nació en un momento sensible”, relata la artista, “en el que yo estaba tambaleando con lo que hacía, y surgió esta oración, esta especie de mantra. Y también es un juego, también es experimentación con los materiales”.
El espectador también podrá encontrar seis autorretratos producidos con retazos textiles pintados con tierra. Cinco de ellos fueron realizados por las estudiantes de un taller de arte textil en el que Aby participa cada miércoles en el espacio autogestivo “Casita de Barro”, en Tecuanipan, y el último fue realizado por ella misma. Aby pidió a sus compañeras que no intentaran reproducir su imagen de manera fiel, sino que recurrieran al tacto para aprehender las texturas de su piel.
“En estas sí tienen pigmentos de otros lados”, explica Aby, “porque yo quería compartirles que había más colores. En Tecuanipan encontramos solo dos, y muy parecidos. Pintamos las telas como si fueran pieles, con texturas, patrones, tomando en cuenta lo que ellas habían visto en el cerro”.
Dos piezas más de la exposición son instalaciones de retazos textiles colocados en armazones de madera, uno de ellos con una técnica similar al macramé, que dan la apariencia de guaridas donde el público puede resguardarse. Estas fueron producidas gracias al estímulo PECDA que la Secretaría de Cultura de Puebla otorgó a Aby en 2022.
“Con estas”, cuenta, “trato de hacer una guarida, como un abrazo de este contenedor que nos contiene, que nos cubre, que nos da todo, como nuestras propias madres, y hacer visibles sus colores, como si yo pudiera poner la piel, el cuerpo”.
Para cerrar la muestra, Aby decidió retratar a su propia madre en uno de los muros de la sala a manera de homenaje.
“La que está ahí representada es mi mamá”, finaliza la artista en entrevista con esta revista digital. “Elijo representar a mi mamá justamente porque es un tributo que yo le hago ahora que está conmigo compartiendo la vida, y porque mi mamá es el primer contenedor en el que yo me encontré antes de llegar a la Tierra”.
Este mural contiene la frase “La tierra es de quien la cuida”, con la que Aby pretende actualizar la famosa frase atribuida al revolucionario Emiliano Zapata y que quizá ya no sería tan vigente hoy día, dice, cuando quienes trabajan la tierra son multinacionales que la arrebatan de los campesinos para explotarla y maltratarla.
“La piel de la tierra” estará disponible con entrada libre en la Casa de la Cultura (5 Oriente 5, Centro) hasta el 21 de mayo.