En una serie de monotipos, Araceli Juárez experimenta la luz y la sombra

Una serie que integra casi una veintena de monotipos en los que se explora la posibilidad de la luz y la sombra desde figuras y formas que no resultan del todo reconocibles y deben ser descodificadas cuidadosamente por el espectador, es lo que puede verse en la exposición “Presencias lumínicas”, de la grabadora Araceli Juárez, disponible desde el pasado viernes en el Museo Taller Erasto Cortés (7 Oriente #4, Centro).

La exposición cubre una serie en la que la artista gráfica originaria de Puebla continúa trabajando hasta la fecha. Se trata de monotipos, es decir placas que solo se imprimirán una vez y no en múltiples estampas, como suele hacerse en el grabado, y que muestran texturas casi geométricas con algunos objetos apenas reconocibles.

Este trabajo creativo inició en 2010, cuando Araceli Juárez comenzó a trabajar monotipos, una técnica que le atrajo de inmediato porque “es mucho más rápida que otras: en ese rato que lo haces puedes imprimirlo”, según cuenta en entrevista con LUMBRERAS. Araceli ha seguido experimentando, colocando tipografías y objetos como piezas de madera en las placas, hasta que llegó a su actual serie.

“Las primeras piezas no tienen nada que ver con esta serie”, explica la artista gráfica, “que es completamente diferente. Después empecé con esta idea de hacer piezas donde me interesaba mucho la luz y la sombra. Hay mucho contraste en todas ellas. Se llama ‘Presencias lumínicas’ porque, aunque hay mucha oscuridad, siempre aparece la luz”. 

Aunque la serie no es propiamente abstracta, sí es necesario que el espectador mire cuidadosamente cada pieza para reconocer a qué remiten las formas y figuras que hay en ellas. La ausencia de títulos permite que la interpretación del espectador no esté influenciada por ninguna clase de predisposición.

Uno de los monotipos de Araceli Juárez. Foto: Josué Cantorán

“No son del todo abstractas, porque sí reconocemos algo”, explica la artista a esta revista digital, “que puede ser una ropa, una semilla. El espectador debe determinar qué es lo que ve, por eso no explico la obra, ahí está. Me gusta la idea de que no se sepa con certeza si es una piedra, una semilla, una cabeza. Me gusta mucho cómo van saliendo estas texturas: sale lo oscuro pero también la luz. Siempre aparece como algo esperanzador”.

Esta serie se ha logrado de tal manera porque es un proyecto personal de Araceli Juárez: no ha realizado por encargo, sino que es resultado de su experimentación meramente gráfica en el taller.

“Al llegar al taller”, cuenta Araceli, “nunca tengo un boceto. Me pongo a trabajar y lo que va saliendo lo voy construyendo. Cuando me gusta, lo imprimo. A veces me gusta la placa pero no la impresión. A veces hago tres placas en un día y no me gusta ninguna. A veces me quedan las tres. A veces pasan días y no me sale nada. Todo ese papel se va quedando y lo dejo descansar. Luego lo miro de otra manera, con otros ojos. Ya les puedo agregar o quitar algo. Es un proceso donde no tengo prisa, hago lo que quiero”.

Si bien esta serie continúa en proceso porque no se ha agotado creativamente, Araceli reconoce que comienza a interesarse por introducir algunos quiebres importantes, como agregar color a las piezas o trabajar desde un punto de vista más figurativo y trazar cabezas humanas más reconocibles.

“Estoy pensando en poner color, otras formas”, explica, “inclusive en ya hacer más como cabezas humanas. No lo sé, llego al taller y hago lo que me va diciendo el mismo trabajo, pero ya me estoy preguntando por qué no meto color, y a lo mejor ese momento será cuando esta serie se termine y empiece otra”.

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