‘Animales sonrientes’, cuatro relatos extremos de humor negro

Cuatro relatos extensos de humor negro, con temáticas sórdidas o extremas y personajes pusilánimes, conforman Animales sonrientes (2020), el primer libro de David Marín (Puebla, 1990), editado por la Secretaría de Cultura de Puebla como parte de la selección de cuento de la colección Letras Confinadas.

El libro arranca con un cuento que lleva el mismo nombre, “Animales sonrientes”, y que trata sobre un hombre raptado por seres no identificados que llevan máscaras de animales y se divierten torturando a un grupo de vagabundos. Cuando este personaje recuerda su pasado, los lectores sabemos que fue, en algún momento, un hombre atractivo y dotado sexualmente con mucha suerte con las mujeres. No sabemos, sin embargo, quién lo raptó y por qué: sólo lo vemos cometer las más vergonzosas acciones mientras sus torturadores se emocionan con su incomodidad.

Después de terminar un primer borrador de este cuento, su autor, siguiendo a Kafka, quiso dejar estas preguntas intencionalmente sin resolución, para que así el lector construyera alguna hipótesis sobre el mundo distópico y crudo del relato.

“Quise darle otro giro”, cuenta David Marín en entrevista con LUMBRERAS, “y me di cuenta después que, en lugar de ser algo relativamente social o realista, le podía dar un toque kafkiano, por supuesto dentro de mis parámetros, porque nunca se explica quién secuestró a este personaje, más bien se trabaja sobre lo no dicho. No se da ninguna respuesta, pero nunca busqué que fuera transgresor o que dialogara o chocara con las instituciones morales o religiosas, simplemente sentía la necesidad estilística de que el cuento fuera así”.

Efectivamente, uno de los factores que hacen que Animales sonrientes sea una experiencia lectora muy frontal, que confronta, es que el texto nunca nos da una pista sobre la actitud que tiene ante sus personajes y las situaciones que viven. Aunque hay quien pudiera leer en este y los otros relatos del libro una crítica social, los narradores alejados de sus personajes, que parece que más bien se burlan de ellos, complejizan la actitud que el lector debe tener también para con ellos.

“No hay ninguna especie de discurso ideológico, pedagógico, aleccionador, político o religioso”, explica el autor. “Se pueden hacer esas lecturas, por supuesto, pero eso sería a nivel de lenguaje o literario, en las lecturas o experiencias que tienen los lectores”.

Algo similar ocurre en el resto de los cuentos del libro. En “Ovni”, un hombre maduro está obsesionado con leer revistas sobre experiencias extraterrestres, e incluso, cuando ya está enfermo y postrado en cama, no encuentra consuelo ni tranquilidad más que cuando su hijo lee para él sus historias favoritas. En “El profesor Austin”, un hombre recién llegado a un pueblo crea un culto alternativo ante la mirada atónita de los más devotos a la misa dominical.

Aunque una lectura rápida de estos relatos podría concluir en que estos critican la alienación, la capitalización de la espiritualidad y otros temas sociales, hay algo en el humor negro y burlón de la voz narrativa que problematiza una conclusión tan sencilla.

“Si yo me quisiera ensartar en una categoría”, dice David al respecto, “aunque un escritor no debe hacer eso, para eso están la crítica y los lectores, sería la sátira. Ahí está la categoría donde me sentiría cómodo. En ningún momento quise denunciar nada, ni al bien ni al mal, ni a los buenos ni a los malos, yo creo que la literatura, al menos la que a mí me gusta, no tiene esa función. Claro que puedes hacer una lectura freudiana, marxista, queer, pero eso responde a las necesidades e inquietudes del lector”.

El escritor David Marín. Foto: Josué Cantorán

Contra la corrección moral en el arte

Antes de su secuestro, el protagonista de “Animales sonrientes” vive una sexualidad tan activa que muy pronto se siente aburrido y solo alcanza satisfacción con las experiencias más grotescas y escatológicas. No le hace falta, sin embargo, con quién practicarlas: cuando los rumores sobre el gran tamaño de su pene comienzan a esparcirse, no hay mujer que no lo busque para tener una experiencia sexual con él, incluidas las amigas de su madre.

El personaje central del último relato, “Objetos perdidos”, es un hombre con cierta discapacidad intelectual que trabaja el metro. Contrario al personaje anterior, este desea tener experiencias sexuales, pero su personalidad reduce sus oportunidades, hasta que una compañera de trabajo se compadece de él y lo lleva a su casa. Ambas experiencias sexuales son narradas en Animales sonrientes de manera abierta, frontal, casi grotesca.

En la producción literaria de la actualidad, cuando diversos grupos sociales ya han hecho notar diversos problemas de representación cometidos en la historia de la literatura, la escritura de David Marín resulta al menos atípica. Para algunos lectores contemporáneos resulte quizá choqueante leer algunos de sus pasajes.

“Hay una distinción entre el feminismo social, la violencia social y física, que también es discursiva y sistémica, y bastante seria”, argumenta el escritor al respecto, “pero yo sí veo un problema cuando estas dinámicas se extrapolan a las artes, cuando teóricamente la modernidad abogó por la libertad de expresión”.

En cuanto al retraso intelectual del protagonista de “Objetos perdidos”, David dice haber tomado como referentes a Benji, de El ruido y la furia (1929) y al Macario de Rulfo, personajes que, pese a su “supuesta incapacidad, logran articular un mundo bastante particular, errático, incluso a veces poético y altamente simbólico”, pues “a partir de ese nicho mental o social aprehenden el mundo de un modo distinto”.

“La literatura es un ejercicio de imaginación”

En una breve conversación sobre Animales sonrientes, David Marín menciona sin problema nombres como Beckett, Faulkner, David Foster Wallace, Borges, Nabokov, Kafka, Chéjov, Tolstoi, Dostoyevski, Rulfo, y hasta contemporáneos como Rodrigo Fresán, como referentes de su trabajo literario.

El joven autor señala que su viaje literario inició, cuando niño, con la ciencia ficción de Asimov y Philip K. Dick, siguió con los clásicos rusos del siglo XIX, y se afianzó con los escritores norteamericanos del siglo XX. Estos, dice, son los tres grandes bloques que definen su experiencia lectora, aunque también ha explorado otras corrientes y está pendiente de las novedades.

Para David Marín, la literatura es en sí misma un proceso de imaginación, por lo que busca transgredir también la moda de la autoficción y la escritura del yo como géneros a los que se recurre de manera extensiva en la literatura y el mercado editorial de la actualidad.

“Yo buscaría más bien”, explica al respecto, “que mi libro transgrediera o quizá luchara un poco con esta moda de la autoficción, que buscara ir en un sentido diferente. Me interesa la literatura de fabulación o de imaginación. Incluso, me parecería un pleonasmo, porque teóricamente la literatura es un ejercicio de imaginación (…) Esta presencia hegemónica del yo también está acompañada con esto que dices de una autocensura, ya no censura sino que el escritor se censura a sí mismo y ya sólo habla de ciertos temas. Creo incluso que en algún sentido la literatura también se ha vuelto un  poco monótona y quizá un poco bucólica”.

Por ello, el autor ha buscado producir una escritura que se inscriba en la llamada literatura de género, poniendo al frente referencias a subgéneros como el southern gothic, la ciencia ficción y sus narrativas distópicas y el spaguetti western.

Animales sonrientes puede adquirirse en las sedes de la Secretaría de Cultura de Puebla.

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