Con la exposición “El orden de los factores”, disponible a partir de este sábado 25 de junio en las salas temporales del Museo Amparo, la artista peruana Sandra Gamarra Heshiki (Lima, 1972) descubre más de diez años de trabajo artístico centrado en la pintura y el arte contemporáneo, en los que ha reflexionado alrededor de conceptos como lo racial y el género.
La pieza clave de la exposición es una serie de copias al óleo de cuadros de la llamada “pintura de castas”, género que proliferó en la Nueva España del siglo XVIII y que mostraba las clasificaciones raciales de las personas de acuerdo a la filiación étnica de sus padres y sus mezclas: español, indígena, mestizo, negro, castizo, zambo…
Si bien este subgénero plástico fue notoriamente producido en este territorio hoy llamado México, se conoce un ejemplo originario del virreinato del Perú, del que Sandra Gamarra abrevó para su propia reproducción. En su trabajo de copista, la artista incluyó leyendas obtenidas de la obra de la filósofa Silvia Federici que permiten repensar y reinterpretar lo que estos cuadros significaron en su momento y el legado que dejaron el pensamiento contemporáneo.
“Si uno recupera los orígenes del documento”, explica Sandra Gamarra en una breve entrevista con LUMBRERAS, “se puede dar cuenta hasta qué punto (lo racial) es una construcción. A nosotros nos ha llegado casi como si fuera natural, y no lo discutimos. Tal vez para nosotros, desde América, con la incomodidad que eso significa, es como una piedra en el zapato, que está allí. Vives con esa piedrecita, te molesta, pero sigues”.
Hoy en día, diversos académicos, como el historiador Federico Navarrete, han indagado cómo se construyó históricamente el concepto de lo racial en sociedades como las latinoamericanas, donde el discurso oficial abogó por un imaginario de mestizaje, lo que produjo formas específicas de racismo que algunos han optado por llamar “colorismo” o “pigmetocracia”.
“Pareciera que es natural a nuestra naturaleza racial”, explica Sandra Gamarra en entrevista, “y ese es el punto que intento desnaturalizar, que se sienta que hay una construcción, que no es una cosa dada, que es fruto de años de construir ese discurso, donde a ti te tocó un papel y a otro le tocó otro”.
Durante su trabajo de investigación, la artista notó que los cuadros de castas mexicanos utilizaban verbos como “nacer” cuando hablaban del resultado de cierto mestizaje: “de español e indio nace mestizo”, por ejemplo. Sin embargo, en el caso de la serie peruana sólo se utilizaba un verbo, “producir”, lo que la hizo cuestionarse sobre la relación entre la obsesión por clasificar racialmente a la sociedad con la generación de mano de obra como motor de la economía de la época.
En un recorrido por la exposición, la curadora Pamela Desjardins añadió, siguiendo a Navarrete, que los proyectos de mestizaje que se plantearon algunos gobiernos virreinales en la hoy llamada América Latina nunca fueron buscaron en el fondo la unión, sino el “blanqueamiento del indígena”.
La artista y su curadora también destacaron que los cuadros de castas solían ser comprados por europeos en sus visitas a América como suvenires exóticos, por lo que muchos de ellos fueron después recuperados en colecciones privadas y gabinetes de curiosidades en el viejo continente.
Para reafirmar estas ideas, Sandra Gamarra Heshiki produjo otra serie de copias de cuadros virreinales en rojo donde solo destaca el color en los objetos de valor comercial de la época, como frutas y otros productos agrícolas. Sin embargo, la piel de manos y brazos de las mujeres indígenas de los cuadros también aparece en color, esto con la idea de remarcar que “las mujeres racializadas también han sido entendidas como recursos que pueden ser explotados”.
En la época actual, añadió la artista, estos cuadros reflejan la situación de mujeres migrantes racializadas en Europa y otros países del llamado primer mundo cuyo trabajo es invisibilizado y menospreciado.
Al trabajar varias de sus series pictóricas como reproducciones y reinterpretaciones de obras ya existentes y producidas en épocas pasadas, Sandra Gamarra dijo sentirse parte de “una genealogía de copistas que inician en el virreinato de Perú, que copiaban vírgenes y santos para iglesias nuevas” en “un tipo de pintura que no ha interesado en Occidente”.
No obstante, además de la tradicional pintura al óleo, la artista peruana ha trabajado en otras materialidades. Una de las piezas más interesantes de su exposición “El orden de los factores”, por ejemplo, es una serie de pinturas sobre vidrio que reproducen piezas amerindias de origen precolombino que hoy se muestran en colecciones de museos europeos.
Esto, dijo, busca evidenciar cómo algunos objetos que tuvieron carácter sagrado terminaron por ser, en los procesos de colonización, simples “figurines”. Sin embargo, pese a la reciente reactivación del debate sobre la devolución de piezas sagradas de diversas culturas, alguna vez apropiadas por museos de países colonizadores, la artista reconoce que el tema es complejo y tiene diversos matices.
“Es muy complejo el momento”, explicó a esta revista digital, “porque desde Europa, si se quisiera devolver todo lo que se tiene, hay lugares que ya no existen siquiera, no habría a quién devolverlo, o hay muchos a quién sí devolver. Creo que, si se entiende la problemática, ya es un paso. No sé si todo se debe llevar a una acción”.
En el fondo, para la artista de origen peruano la apropiación de museos del primer mundo de piezas rituales de otras culturas conlleva a cuestionamientos más profundos, como la idea misma del museo como lugar de preservación, pues, dijo, “hay objetos que no son museables”.
“Hay muchas cuestiones que son casi rituales”, añadió en entrevista. “Por otro lado, también hay que cuestionarnos hasta qué punto la lectura desde otra cultura puede realmente hablar de la totalidad de lo que significa ese mismo objeto para una cultura, o en este caso para la cultura original. Creo que en una cultura como la occidental, donde hay una idea de progresión de la cultura y una linealidad en el tiempo, es natural la idea de museo, pero en culturas que tienen un concepto circular del tiempo, el museo no es necesario, porque es presente en permanente. Como occidentales, debemos entender que hay objetos que no son museables, que no todo es museable, y eso sería un inicio de la discusión”.
Además de las piezas ya descritas, Sandra Gamarra presenta en “El orden de los factores” una serie de ponchos tejidos de lana de oveja y alpaca pigmentados con veinte gradientes de colores de piel, con los que busca continuar la reflexión sobre lo racial y el colorismo, además de una serie de facsímiles de láminas botánicas intervenidas con dibujos de rostros femeninos.
De acuerdo con el Museo Amparo, Sandra Gamarro “recurre a la copia para hacer disponibles ciertos artefactos culturales que han sido extraídos de sus contextos en el marco del régimen moderno-colonial” y “adopta una mirada sincrética donde las producciones materiales precolombinas, virreinales, modernas y contemporáneas entran en fricción”.