Colectivo La 15 y trabajadoras del mercado Defensores narran lo invisible

“Narrando lo invisible”, el proyecto más reciente del colectivo La 15, consiste en la integración de las mujeres trabajadoras del mercado Defensores de la República a través de un dispositivo artístico-pedagógico llamado “La Diabla”, que consiste en un diablito intervenido que contiene una pieza de soporte para realizar dibujo, escritura y otras actividades.

Este peculiar objeto y los recorridos que hace por el mercado son en realidad una continuidad de varios proyectos previos del colectivo La 15, que cada vez más se enfoca en los procesos pedagógicos, de comunicación y de co-creación que pueden partir de su actividad de gestión cultural, y no en la producción de materiales específicos o piezas de arte convencionales.

“La Diabla”. Foto: Cortesía Colectivo La 15

El primero y más próximo de ellos es el proyecto Kímiri Kámara, con el que Paula Natoli, integrante del colectivo, obtuvo en 2020 el estímulo Cultura en Casa, de la Secretaría de Cultura estatal, y consistió en el acercamiento con actores sociales del barrio de San Miguelito que no pudieron detener sus actividades laborales en la primera etapa de la epidemia de covid-19 en Puebla.

Este proyecto de integración comunitaria y práctica artística multidisciplinaria derivó en un video que conjuntó lo testimonial, el dibujo, la plástica, lo audiovisual y el sonido. Puedes ver aquí ese video.

Para aquel proyecto, el colectivo La 15 charló y recogió material audiovisual de las cocineras y trabajadoras de la cocina “Las Musas”, que se encuentra al interior del mercado Defensores.

Las integrantes del colectivo, Paula Natoli, Laura Mixcóatl y Mariela Olmedo, notaron que el mercado era un lugar donde se sentían cómodas, y que además se veían reflejadas en las mujeres del mercado en temas como la maternidad, el trabajo y el cansancio derivado de la incertidumbre de la pandemia. Por ello, decidieron continuar con los procesos comunitarios que estaban desarrollando ahí.

Inspirada en proyectos previos del colectivo, como “Dadad”, en el que sus integrantes irrumpían en parques y jardines públicos con un triciclo intervenido y materiales de arte para producir dibujos y obras de arte plástico en co-creación con los niños, niñas y adolescentes que se acercaran con ellos, Laura Mixcóatl diseñó a La Diabla.

Según explicaron las artistas y gestoras culturales en una rueda de prensa virtual, su primera intención con La Diabla era recorrer el mercado, acercarse con las mujeres trabajadoras y realizar actividades de lectura y escritura poética. Lo primero que notaron, sin embargo, es que las locatarias tenían otra necesidad: contar su propia historia.

Fue así que Paula, Laura y Mariela rediseñaron el proyecto y se enfocaron en el levantamiento de testimonios. Notaron que temas como la maternidad, la territorialidad y la importancia social de su oficio eran los más recurrentes en las conversaciones con las diez mujeres trabajadoras que participan en “Narrando lo invisible”.

Lo importante es el proceso

Este trabajo derivará en dos productos finales: una serie de podcasts y un fanzine con las historias de las mujeres en primera persona. Sin embargo, estos “remanentes” no son lo más importante del proyecto para las integrantes de La 15. El proceso mismo de activación en campo, que puede generar sentido de comunidad, lo es.

Integrantes de La 15 con “La Diabla” en el mercado Defensores. Foto: Cortesía Colectivo La 15

Paula Natoli contó en rueda de prensa que desde 2018, cuando el colectivo cumplió su primera década de trabajo, experimentó un importante cambio de perspectiva con respecto a su trabajo de gestión cultural. Esto se debió a dos de los proyectos que el colectivo llevó a cabo ese año: el mencionado “Dadad” y “Yo soy el lápiz: el dibujo a escena”.

En ambos, los integrantes del colectivo irrumpían en mercados, jardines o parques públicos con “dinámicas artísticas disruptivas” para romper con la dinámica de consumo que caracteriza a los espacios públicos. Para estas acciones, incluso, el colectivo ya no llevaba necesariamente actividades preparadas, sino que se ajustaba a la dinámica que generaba cada encuentro.

En la maestría de pedagogía que cursaban entonces Paula y Santos Cuatecontzi, otro integrante del colectivo, encontraron los elementos teóricos que les permitieron sustentar las nuevas prácticas que les interesaba emprender. El concepto de “artilugio” les fue especialmente útil, pues engloba la generación de un encuentro, la reacción a este y la generación de un testimonio a partir del mismo.

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