El texto teatral Juana y la muerte, de la dramaturga poblana Adriana Hernández Rascón, fue objeto de una lectura dramatizada en la ciudad de Nueva York como parte del festival “Cimientos: play development program”, organizado por la compañía teatral “Iati: Theater Todo Vanguardia”, cuyo objetivo es impulsar el desarrollo de textos dramáticos escritos por autores latinos tanto en inglés como en español.
Juana y la muerte fue uno de los diez textos elegidos de entre más de cuatrocientos aspirantes de la convocatoria “Cimientos”. Los diez finalistas se integraron a un taller de dramaturgia que duró varios meses, en el que pulieron sus textos, y luego al festival, que incluyó lecturas dramatizadas de cada uno, dirigidas por artistas escénicos de amplia trayectoria en Nueva York.
“Nosotros vemos a la lectura como parte del desarrollo de la obra”, explicó Guillermo Severiche, gerente literario del teatro ITAI, al iniciar la lectura de la obra. “Pensamos que esta lectura nos va ayudar a nosotros como compañía, a la directora, al cast y a la autora para continuar trabajándola”.
La lectura de Juana y la muerte fue dirigida por Rosie Berrido y contó con la actuación de Emir Cruz como “La muerte” y la propia Berrido como “Juana”. Puedes mirar aquí el video de la lectura.
El inicio del viaje
Para llegar a su presentación en el teatro ITAI, ubicado en el bohemio barrio East Village, al sur de Manhattan, sede de una buena parte del movimiento del teatro independiente neoyorkino, Juana y la muerte debió hacer varias paradas previas. Inició, de hecho, en la infancia de su autora, cuando esta leyó el cuento “Francisca y la muerte”, del cubano Onelio Jorge Cardoso.
“Cuando era niña lo leí”, cuenta Adriana Hernández Rascón en entrevista con LUMBRERAS, “y me impactó mucho el cómo este autor construye a la muerte dentro del texto de una forma no tan alejada al concepto que nosotros manejamos en México, de no ver a la muerte como algo tan negativo, sino desde una perspectiva cultural un poco más cercana a un entre trabajador, casi casi humano”.
Cuando la también actriz y belcantista se inscribió a un taller de dramaturgia en el Centro de Artes de San Agustín, en Oaxaca, donde se le pidió que deconstruyera un texto narrativo y lo trasladara al lenguaje escénico, no dudó en que quería llevar a Juana y a la muerte a las tablas del teatro.
“Elegí ese cuento justamente”, explica la escritora, “porque lo traté de vincular con el concepto que tenemos en México de la muerte. Hice algunos cambios, el cuento, si lo lees, verás que tiene un final muy diferente, e incluso reduje la cantidad de personajes para centrarme únicamente en la muerte. Hice la deconstrucción basándome en una niña”.
De este modo, Juana y la muerte narra, con algunos elementos de comicidad, el encuentro entre la muerte y la niña Juana. La primera en realidad está en busca de Francisca, la abuela de la segunda, que se encuentra fuera de casa haciendo sus mandados diarios. A la niña le toca, entonces, recibirla y atenderla, ofrecerle de beber, charlar con ella, entretenerla y hasta bailar, todo esto sin saber, aunque quizá sí con sospecha, de que se trata de la muerte.
El texto, dirigido al público infantil, gustó en aquel primer taller de escritura teatral, por lo que Adriana se decidió a montarlo y presentarlo. Tuvo funciones en varios municipios de Puebla, donde, dice, fue bien recibido, pero después de una pausa, cuando la pandemia de covid-19 arrancó y la muerte volvió a ser centro de la discusión pública, Adriana se decidió a retomarlo.
“Se estaba hablando mucho de la muerte a partir del coronavirus”, cuenta Adriana en entrevista. “La gente tenía ese estrés. Había en el ambiente mucha tristeza. Muchos conocidos fallecieron. Entonces me replanteé pensar en la muere como un proceso por el que todos vamos a pasar. Y pensaba justamente en los niños, porque en aquel momento trabajaba en una primaria, y muchos de mis alumnos se vieron afectados por la muerte de papás, abuelos y tíos”.
Como parte de sus actividades de clase, Adriana asignó a sus alumnos la lectura del cuento de Cardoso y después la de su propio texto teatral. Hizo ver a los niños y niñas, según cuenta, que las creencias populares mexicanas hablan del regreso de los ancestros, cada 2 de noviembre, al plano terrenal, donde se encuentran con los vivos. Les plantó formas distintas de entender este proceso, que es parte de la experiencia vital de todos los humanos.
“Sé que no es un tema cómico”, ahonda la artista escénica, “pero creo que era necesario verlo desde otro punto de vista, sobre todo para los chiquillos que padecieron la ausencia de papás y abuelos”.
Parada en Nueva York
Adriana Hernández Rascón seguía trabajando en Juana y la muerte cuando encontró la convocatoria de “Cimientos”. Su texto cubría algunos de los requisitos que la convocatoria pedía, como la extensión y el número de personajes, así que, sin expectativas de ser seleccionada, se inscribió. Tres meses después, cuando recibió el fallo positivo, se sorprendió.
“Lo entregué sin esperar alguna respuesta positiva”, dice, “pero al parecer sí gustó, y a partir de noviembre y hasta abril estuvimos en un taller virtual trabajando los textos”.
El taller, cuenta Adriana, fue severo. Tanto los instructores como el resto de los seleccionados hicieron duras críticas a elementos de estilo, de estructura y de todos los aspectos del relato a cada uno de los seleccionados. Estos tenían algunos días para trabajar en sus correcciones antes de que el proceso de escrutinio se repitiera.
Pero aunque los aspectos teóricos y narrativos fueron duramente revisados, a Adriana le sorprendió por encima de ello el choque cultural que su texto ocasionó. A sus colegas no originarios de México, cuenta, les sorprendía que se tratara a la muerte, en un texto infantil, con tanta comicidad. Le hicieron saber que en Estados Unidos, por ejemplo, sería difícil montar un texto de tal característica en espacios escénicos dirigidos al público más joven.
“Recibir la crítica sobre algunos errores que yo no identificaba me ayudó”, cuenta la dramaturga, “pero lo más difícil para mí fue aceptar el choque cultural, porque, para todos los lectores y dramaturgos, el hecho de ver a la muerte como algo cómico les era muy difícil de entender. Para ellos era muy terrible por qué la muerte se lleva a la niña”.
Adriana se justificaba con la frase popular mexicana que dice que “cuando te toca, te toca”, y explicaba a sus colegas que, cuando montó la obra en México, la escenas que más impacto causaban en el taller habían ocasionado risas en los niños mexicanos.
“Justamente también quiero que se entienda”, explica, “que los niños también mueren y enfrentan la muerte, quizá no como un adulto, pero los niños también enfrentan a la muerte y también son mortales”.
Pese a todo, Adriana realizó algunas adecuaciones para suavizar este tema y aprendió, dice, que debe ser más clara con algunos elementos que pueden ser perfectamente comprensibles para lectores locales, que comparten su contexto, pero que pueden resultar completamente ajenos cuando el público sobrepasa los límites culturales de su propia experiencia.
Próxima estación
Después de vivir la experiencia de ver su obra leída en una ciudad con actividad teatral tan dinámica, frente a un público lejano y sumamente crítico, el futuro de Juana y la muerte se vislumbra esperanzador: Adriana tiene la intención de volver a montarla “con todos los elementos con los que se ha desarrollado, e implementar algunas correcciones que recibí durante el proceso de escritura”.
La dramaturga buscará ahora, según adelantó en entrevista con este medio digital, que Juana y la muerte se presente en Puebla, Ciudad de México y Nueva York, con actores mexicanos, además de que la propondrá para festivales de teatro infantil y juvenil tanto en México como en el extranjero.