Instalación cuestiona las implicaciones geopolíticas y ambientales de la playa

Para la mayoría de las personas, la playa es un lugar de ocio, disfrute y hedonismo. Sin embargo, desde el punto de vista geopolítico, esta tiene implicaciones muy serias: es una frontera natural en cuyos bordes se juegan fenómenos complejos, como la migración y la guerra. Además, en sus suelos se vive uno de los problemas medioambientales que parecieran menos urgentes para el ciudadano común pero que podrían traer las consecuencias más prontas de no detenerse a tiempo: la explotación de arena.

Para reflexionar sobre todos estos temas, el artista francés Joris Gourdel-Bréhier montó la instalación titulada “Playa concreta” en el Museo Urbano Interactivo (4 Norte 5, Centro), que pertenece a la universidad Tec de Monterrey campus Puebla.

Esta pieza de arte contemporáneo consiste en cien bloques de concreto realizados en un molde que evoca los castillos de arena que se hacen típicamente en las playas, colocados sobre luces led de color cálido. Para complementar la experiencia, la instalación está ambientada con el sonido de una grabación de olas y gritos de niños obtenidos en las costas del sur de Francia.

“No es un montaje”, advierte Joris Gourdel-Bréhier en entrevista con LUMBRERAS, “Son sonidos del interior, exterior, de las olas, y gritos de niños. A veces se perciben voces en francés. Quería que se escucharan más las olas, con un ritmo y también una cierta gravedad, algo un poco amenazante”.

La instalación “Playa concreta”. Foto: Josué Cantorán

El artista francés logró gestionar el montaje de esta instalación gracias a una residencia artística que realizó en Puebla bajo la coordinación de cultura de la Alianza Francesa de Puebla. La pieza se inserta en una exposición más amplia, titulada “Climate terror: survival kit”, en la que se alerta, con dispositivos y piezas tanto artísticas como tecnológicas e infográficas, sobre los daños que la vida moderna sigue causando al equilibrio medioambiental.

Joris vive actualmente en París pero es originario de las costas del sur de Francia, concretamente de la región de Bayona, así que creció en contacto con la playa e incluso trabajó como rescatista. Por ello, para él era importante abordar la explotación de arena como un fenómeno ambiental grave pero del que poco se conoce.

“Cuando empecé a trabajar el concreto como material”, cuenta, “no sabía cómo, pero no es tan sencillo: hay varias formas de trabajarlo. Me di cuenta entonces de toda la arena que se necesita. El cálculo científico de la cantidad de arena que consumimos cada día es de 18 kilos por persona: 40 billones de arena al año. Me parecía enorme. ¿Te imaginas, casi 20 kilos? Y es exponencial, eso va creciendo. Vaciamos los océanos en Australia para hacer islas en Dubai. Son cosas absurdas”.

El artista dice que la mayor parte de las personas entiende la gravedad de problemas como la escasez de agua, al ser un recurso vital para la vida humana a corto plazo, pero no alcanza a comprender que la ausencia de un mineral como la arena, por cierto un recurso no renovable, implicaría problemas graves también.

“El problema del agua es fácil de entender”, argumenta el artista en entrevista, “el agua es un tema importante y la arena parece secundario, pero es el segundo recurso que traerá problemas al mundo, porque si retiras toda la arena, el agua sube, se crea polución, hay muchos problemas que pueden ocurrir”.

Joris Gourdiel-Bréhier. Foto: Josué Cantorán

Además del anterior, hay otro tema que la instalación “Playa concreta” trae a colación, y es la presencia de materiales hechos con concreto que invaden las playas de diversos sitios del mundo, y especialmente las de Francia desde la segunda guerra mundial. Estas construcciones que se extienden por más de dos mil kilómetros, explica el artista, servían como protecciones durante el conflicto bélico pero permanecen ahí desde entonces.

“Lo que me gusta de la playa”, dice Joris, “es que tiene esta parte linda, cool, de ocio, pero también es una frontera natural y un lugar donde se juegan muchas cosas: guerras, migraciones, oposiciones, conflictos”.

Al construir esas cien piezas que asemejan los castillos de arena pero con un material como el concreto, el artista busca capturar la ironía entre lo infantil y lo adulto, así como lo histórico y lo artístico.

“Sí son resonancias que me inspiran”, dice, “para hacer este vínculo entre el juego de niños y cómo los adultos también hacen construcciones. Es un círculo vicioso o una ironía: hacer algo con materiales adultos pero que no sirve de nada. Así es el arte”.

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