Paul Aguilar busca representar la hiperrealidad en la novela ‘Judas’

  • El texto recorre las cartas que Solovino, el vagabundo del barrio, dejó al morir

En la madrugada del domingo de resurrección, Solovino, el vagabundo del barrio de Los Remedios, se suicida. Un sacerdote y dos feligreses lo encuentran colgado del cuello al interior del templo religioso. Cuando intentan bajar su cuerpo, este se queda suspendido en el aire, como si luchara contra la fuerza de gravedad. Después, cuando inician los preparativos de su entierro, una veintena de cartas escritas por el vagabundo, de quien nadie sabe nada, ni su nombre ni su origen, aparece por ahí.

“Qué forma de acabar la semana santa”, piensan los personajes.

Esta es, en resumen, la escena inicial de la novela Judas, del escritor Paul Aguilar Sánchez (Puebla, 1985), editada en 2020 por la Secretaría de Cultura de Puebla como parte de la colección Letras Confinadas, y definida por el autor como una propuesta de escritura hiperrealista.

“Lo que yo pretendo hacer es hiperrealidad”, dice el escritor en entrevista con LUMBRERAS, “entendida en el sentido de la pintura. Es como mostrar la realidad pero estirada, tergiversada o deformada, para que el lector se pregunte si es así o de otra forma. Lo que yo busco es la hiperrealidad. Claro que para ello me recargo en toda la tradición de la literatura antes de mí, como el realismo mágico o el realismo fantástico”.

Después de la potente introducción, los lectores nos encontraremos de frente con las cartas de Solovino, en las cuales nos contará sobre su historia, sobre su relación con otros habitantes del barrio, desde los que lo rechazan abiertamente hasta quienes le muestran algo de compasión, y seguiremos con él las reflexiones que su vida marginal le ha desencadenado, sobre todo en relación a la tradición religiosa.

De este modo, si bien esa primera sección del libro aparece contada por una tercera persona gramatical, después la voz de Solovino impera.

“La decisión de las cartas fue un tanto difícil”, explica Paul, “porque había empezado a escribir la novela, llevaba unas veinte cuartillas, cuando decidí abandonarla porque ya no me gustaba cómo iba. Estaba contada en tercera persona. No destruí lo que había avanzado, lo reservé, y me quedé con las ideas que podían ser rescatadas de ese primer borrador. Entonces me puse a pensar que el personaje principal podría contar sobre sí mismo, pero también aprovechar para contar de los otros. Fue ahí cuando apareció el género epistolar como la estructura que mejor quedaba”.

Esta decisión no solo permitió al autor soltar la escritura de manera más natural, sino que definió la estructura de la novela: cada carta le correspondería a uno de los personajes secundarios, es decir, a los otros habitantes del barrio, y con cada uno de ellos el autor aprovecharía para reflexionar sobre algunos de los temas que más le interesaban, como la hipocresía de las instituciones religiosas, el concepto de divinidad, la exclusión social, la pobreza y las trampas del discurso de la modernidad.

“Desde hacía tiempo tenía ganas de hablar sobre personajes marginales de este tipo”, cuenta Paul. “Entonces, aquí se dio la oportunidad de ponerme en los pies del vagabundo, de sentirme un vagabundo yo también, en el sentido de que he caminado la ciudad, muchas veces por necesidad, otras veces nada más por loco, y otras por andar ahí en la parranda”.

Aunque en proyectos literarios previos el autor ya había intentado abordar el tema de la marginación social, fue hasta la novela Judas donde pudo concretar sus ideas.

“Me parece que el personaje de Solovino”, dice el autor en entrevista, “cumple con la tarea de estar en un lugar sin estar realmente, es decir, se permite una distancia para aceptar las cosas. El vagabundo es ese tipo de personaje. Este es un vagabundo especial porque yo no sé si todos tengan ese tipo de reflexiones que tiene Solovino, pero en la ficción aquí sucede así”.

Judas, entre Borges, la Biblia y la literatura brasileña

Judas abreva de fuentes literarias diversas. La primera y quizá principal de ellas es el cuento “Tres versiones de Judas”, de Borges, en el que un teólogo sostiene, tras una compleja interpretación, que Judas Iscariote podría haber sido más bien el mesías, no el traidor. “Yo tenía esa intención de cambiarle la posición al Judas”, dice Paul.

Las contradicciones de las religiones cristianas en México se habían convertido en un tema recurrente en los proyectos de escritura de Paul, quien creció en una familia católica aunque ya no se identifique con esa fe. La voz narrativa de Solovino se convirtió en la válvula de escape que dio salida a esas preocupaciones, como cuando, en algún punto de la novela, al quejarse de los maltratos que él y otros miembros marginados del barrio sufren de los más devotos, dice: “Muy santo, santo es el señor, y cuando se trata de ayudar verdaderamente al otro ahí sí: ¡pura madre de santo!”.

Pero para complejizar el trasfondo antirreligioso de la novela, el autor estudió los evangelios, incluidos “los apócrifos”, y estructuró al conjunto de los habitantes del barrio en niveles. Los mayores a Solovino, y fundadores del barrio, tendrían nombres de arcángeles. Los contemporáneos del protagonista representarían a los apóstoles. Solovino adoptaría el nombre de Judas y tendría junto a él a su Magdalena y a su Jesús.

La primera, uno de los personajes más entrañables del libro, es una mujer que le extiende su inesperada ayuda y cariño. El segundo, por el contrario, es un hombre que detesta a Solovino y gusta de ocasionar conflictos en el barrio.

“En el caso de Jesús”, explica el autor, “sí quería que fuera el opuesto totalmente, que chocara bastante con la idea que se tiene del Jesús bíblico, ese tipo cuya palabra resuelve todo si quiere. Quería que fuera el negativo. Obviamente eso iba a pesar un poquito, y de hecho es el más terrenal, el que está más apegado a la modernidad, porque la modernidad también es el estudio, y él es el único que estudia, y no cualquier cosa, estudia psicología, aquella ciencia que intenta entender desde la psique al ser humano. (…) Sí era con toda la intención hacerlo el malo de la historia, castigarlo”.

Paul Aguilar estudia el doctorado en literatura en la Universidade de Brasília, por lo que no podía ignorar la influencia literaria de su país de acogida. Uno de los personajes de Judas lleva el nombre de la escritora afrobrasileña Conceição Evaristo. Además, cuando en la novela se dice que Concepción “tendría los ojos hechos agua”, se está haciendo una referencia directa a su libro de cuentos Olhos d’água (2014).

“El cuento trata sobre una niña que se pregunta de qué color son los ojos de su madre”, dice Paul a esta revista digital, “y al hacer la reflexión se da cuenta de que su madre siempre lloraba por diferentes causas, principalmente la pobreza y el racismo, ese tipo de cosas. Yo retomo, para construir el personaje de Concepción, a ese personaje melancólico que recuerda su barrio, dónde vivía, a su padre que ha muerto, cómo empiezan a llegar las invasiones a los terrenos donde ella vivía, etcétera”.

En una de las escenas más melancólicas del libro, Concepción se lamenta que el progreso haya llegado al barrio solo para hacer de sus habitantes fuerza de trabajo. “Para qué heredar este mundo hostil a los hijos si habrían de someterse a las textileras, a las fábricas, a la modernidad, y lentamente habrían de perderse tristes los ensueños de la euforia citadina”, dice la personaje. Para Paul, hablar sobre las trampas del discurso de la modernidad era otro asunto de suma importancia.

“Aquí en la novela”, explica el autor, “el edén se pierde por la modernidad. Ese planteamiento ya tiene más de un siglo. Los poetas modernistas planteaban más o menos lo mismo, en esa oposición de naturaleza y modernidad, donde la naturaleza tal vez gane, pero quien la destruye es precisamente el avance de la modernidad. Aquí es como repetir esa historia: ¡aguas con la modernidad, con lo que nos vende, porque no sabemos a qué nos estamos condenando! A lo mejor es una condena pesada y larga”.

Contar Puebla desde la ficción

Otro de los aspectos relevantes de la novela es que su historia ocurre en el barrio de Los Remedios, un sitio que existe en la realidad, a menos de un kilómetro del centro histórico de la ciudad de Puebla, y donde el autor creció con su familia.

“Me parece que la propia tradición de la literatura escoge lugares para volverse literarios”, dice Paul. “Generalmente se ocupan las grandes urbes o los lugares alejados, estamos entre los extremos. A mí me llamaba mucho la atención hablar sobre la ciudad de Puebla, pero no en ese sentido en el que luego en las escuelas se ve, ‘la localidad’, que sería desde el punto de vista de las leyendas, solo como un lugar de leyendas y no de historias novelescas o de ficción. De ahí surge casi como proyecto literario personal utilizar a Puebla como un lugar de ficción donde ocurren las historias de la literatura”.

Paul decidió entonces construir un barrio ficcional basado en los lugares donde creció, así que hizo una especie de amalgama entre Los Remedios y las colonias Xonaca, La Ciénega y Diez de Mayo. Eso ha permitido que algunos lectores locales logren ubicar los sitios donde ocurren algunos de los eventos de la historia, o bien que sientan que estos se parecen a los referentes que conocen.

“Es curioso”, cuenta Paul, “porque hay algunas partes de la novela donde se mencionan cosas muy específicas, como los animalitos de piedra, y la gente que creció en el barrio los reconoce inmediatamente, sabe que ahí hay un elefante y una tortuga. Eso los engancha”.

Además de Judas

Previo a Judas, Paul Aguilar ya había publicado varios libros bajo el pseudónimo Pool DunkelBlau. Dos de ellos, los cuentarios Mutantografías (2017) y Elle (2018), se imprimieron bajo el sello local independiente Tiempo-que-resta Ediciones.

Hay, además, al menos un libro de su autoría disponible en formato digital: una “historia apocalíptica de Puebla” titulada Las sombras (2018), que el propio autor describe como una “protonovela, un intento de hacer novela”. Esta puede descargarse de forma gratuita desde el blog del autor.

Ejemplares de Judas están disponibles en las sedes de la Secretaría de Cultura de Puebla.

*Para seguir profundizando en la novela Judas, te invitamos a ver esta entrevista con Paul Aguilar en el canal de Youtube “Boca de Pólvora”.

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