En el libro Diálogos con el cine documental poblano, coordinado por los académicos Mónica Medina Cuevas y Alejandro Jiménez Arrazquito, de la Facultad de Comunicación de la BUAP, se traza la historia reciente del cine documental local y se analizan, desde distintos puntos de vista académicos, siete producciones poblanas que han sido representativas de este género.
Aunque el libro se editó en 2019 por la propia BUAP, el CIESAS y Ediciones de Educación y Cultura, su circulación ha quedado aún limitada debido a la pandemia de covid-19. En el volumen, además de una introducción que contextualiza el extenso trabajo de registro y documentación que realizaron sus coordinadores a lo largo de seis años, se presentan dos interesantes capítulos, escritos por los académicos Lauro Zavala y Siboney Obscura Gutiérrez, de la UAM, en los que se expone la historia del cine documental en México.
En ellos, se destacan datos sumamente interesantes, como el parteaguas que significó para este género el documental Presunto culpable, en 2008, que permaneció largas semanas en salas comerciales. También, por ejemplo, se habla de la relevancia que tuvo para el cine documental la aparición, en los últimos veinte años, de festivales dedicados específicamente a la exhibición de documentales, como Contra el Silencio Todas las Voces, DocsDF (hoy DocsMx) y, por supuesto, Ambulante.
Estos festivales no solo han sido grandes formadores de públicos interesados en el documental, sino que también han inspirado a nuevos realizadores y, de hecho, a este libro. Fue justamente en una edición del festival Contra el Silencio Todas las Voces donde nació la idea para este proyecto.
“En ese festival”, cuenta Alejandro Jiménez Arrazquito en entrevista con LUMBRERAS, “se estaba hablando sobre la descentralización del documental en México, de crear una red de documentalistas donde hubiera representantes de cada uno de los estados. A partir de ahí se inició la idea de ver qué se estaba haciendo sobre el género documental en el caso de Puebla en particular”.
El primer paso, dice el también realizador y colaborador de esta revista digital, fue hacer un registro lo más minucioso posible de los documentales que se han hecho en Puebla. Para ello, se revisaron bases de datos de festivales de cine y registros de estudiantes de ciencias de la comunicación de todas las universidades locales que se hubieran titulado mediante la realización de un documental. Para entonces, ninguna universidad en Puebla ofertaba aún la licenciatura en cine.
Con ayuda de algunos estudiantes de la facultad y docentes de otras universidades, particularmente Manuel Pérez Tejada, de la UDLAP, se hizo una búsqueda exhaustiva de materiales, muchos de los cuales fueron realizados por estudiantes, o bien fueron proyectos de realización amateur.
“El proyecto empezó a crecer en muchos sentidos”, continúa la académica Mónica Medina, en entrevista, “porque parecía que al inicio nada más iba a ser una especie de cartografía, por así llamarlo, y algunas personas pensaban que iba a ser un repositorio de toda esta información, pero para nosotros era importante recapitular sobre ello y hacer un análisis. Era muy claro que queríamos trabajar con algunos de esos documentales y ver cómo esas tendencias se manifestaban no solo en términos temáticos, sino narrativos y estéticos”.
Fue así que, para este primer libro, se eligieron siete documentales estrenados entre 2000 y 2013, que son analizados en el libro desde distintas miradas: lo historiográfico, lo estético, lo narratológico. Se trata de un trabajo inédito que investiga con esta especificidad la producción reciente de cine documental local.
“Cuando hablamos de cine mexicano”, explica Mónica Medina, “estamos más en la mirada de la producción nacional. Inclusive, si uno ve el anuario del Imcine, este da cuenta más bien de la producción que apoyan las bolsas a nivel federal, y por lo tanto hay un beneficio muy claro y que salta sobre la producción en la Ciudad de México, y eso es lo que siempre entendemos por cine mexicano”.
Ambos académicos lamentan que esta falta de registros permita la pérdida del material documental, pues estas producciones quedan fuera del alcance de los espectadores, al no estar disponibles en repositorios de ningún tipo, aun a pesar de que tengan elementos narrativos, históricos o estéticos relevantes.
La entrevista sobre otros recursos narrativos
Una de las conclusiones de los académicos después de revisar el gran corpus de cine documental del que se hicieron, es que los documentalistas poblanos utilizan en mayor medida el recurso de la entrevista sobre otras estrategias narrativas, como la recreación y el material de archivo. Esto, dijeron, se debe a varios factores.
“Buena parte de la producción es universitaria”, explica Alejandro Jiménez. “No es producción de compañías productoras que se dediquen a la realización audiovisual, sino es, digamos, a veces, surgida desde asignaturas, de la licenciatura en comunicación o con vías al trabajo de titulación. Eso también condiciona el tipo de documental o los recursos estéticos y narrativos utilizados”.
Esto, añade el académico, deja ver la cultura visual de los realizadores, pues la entrevista es el recurso más reconocible del género documental.
“Estamos todavía, desde la academia”, añade Mónica Cuevas, “creando una formación donde se privilegia un documental de tipo clásico, un documental más informativo que todavía busca más datos, que persigue a lo mejor una primera experiencia, en donde el estudiante se somete a esta entrevista en profundidad y da cuenta de cierto discurso, que de pronto no va más a lo interpretativo, como un asunto polisémico”.
Los académicos comentaron para LUMBRERAS, uno a uno, los siete documentales que son analizados en el libro Diálogos con el cine documental poblano.
El H (2010), de Martín Jerónimo Becerra
Este documental cuenta la historia de un equipo de futbol llanero de la comunidad de Hueyotlipan. Los académicos Mónica Medina, Alejandro Jiménez y Verónica Vázquez lo analizan en el libro desde los conceptos de historia y memoria.
“Este material fue realizado por un alumno de comunicación de la BUAP”, cuenta Alejandro Jiménez. “Me parece muy interesante cómo va relacionando o vinculando dos momentos de la historia del equipo de futbol: de una generación que arrancó con ese equipo y luego se lo pasa a la generación más joven, que son, muchos de ellos, hijos de los jugadores iniciales. Esto revela toda la dinámica social alrededor”.
“Cuando lo analizamos”, recuerda Mónica Medina, “se me hacía muy agradable. Nos reíamos mucho. Es un documental sensible, emotivo, como muchos. Este, además, tiene esta comicidad, alegría del grupo. Contagia muchos momentos. De pronto va en otra vertiente, de pocos documentales, que nos hacen ver personajes divertidos, asociar escenarios agradables. En muchas ocasiones, no siempre, el documental va perfilándose a los momentos poco agradables de los personajes, y aquí no, las experiencias que cuenta son regularmente agradables, y eso fue muy lindo de encontrar en este trabajo”.
A dos de tres caídas (2009), de Alejandro Proskauer y Juan Antonio Yllanes
En el mismo ensayo donde se analiza El H, se comenta también este documental que recurre a estrategias similares y explora de forma paralela elementos como la historia y la memoria. A dos de tres caídas cuenta la historia de la Arena Puebla, el sitio emblemático de la lucha libre en Puebla.
“Fue muy padre”, dice Mónica Medina, “porque, si bien sabemos lo que la Arena Puebla representa para el poblano, este escenario social, creo que la forma en que se narra el documental deja clara una oportunidad y un acercamiento, una mirada bien honesta, bien sensible, de lo que ha sido y lo que es para la identidad local. Me gustan los recursos que utiliza. Me parece un documental necesario para entender una parte de la ciudad, del centro histórico”.
“Me parece interesante”, añade Alejandro Jiménez. “En cuanto al estilo, lo veo entre el documental de corte cinematográfico pero mucho más cerca de un formato televisivo, en cuanto al ritmo, por ejemplo. Tiene un ritmo ágil en las entrevistas que realiza, en las imágenes que presenta, los momentos de lucha, los recortes de periódico recordando cuándo fue la apertura de la arena. Al mismo tiempo, muestra una buena documentación de lo que está hablando. Hay mucha fundamentación a través de material de archivo”.
Puebla, sinfonía inaudible (2010), de Juan Manuel Barreda
En el siguiente ensayo del libro, firmado también por sus dos coordinadores, se comenta este documental de Juan Manuel Barreda. Si bien se analiza desde los conceptos bajtinianos de la teoría literaria, particularmente el de cronotopo, quizá lo más interesante de este trabajo es que relaciona a Puebla, sinfonía inaudible con el género de la city simphony.
“Es muy interesante”, dice Alejandro Jiménez en entrevista, “porque, así como se hicieron las sinfonías de ciudades como Berlín: sinfonía de una gran ciudad (1927) o El hombre de la cámara (1929), para San Petesburgo, es muy enriquecedor tener algo así en Puebla”.
La city simphony es un género surgido desde los años 20 que consiste en mostrar montajes de escenas urbanas acompañadas de música y herramientas del cine experimental. Estas cintas no suelen contar historias, sino que buscan reproducir la atmósfera de una ciudad específica.
“De todos los documentales que se revisaron”, agrega Mónica Media al respecto, “este es uno de los que trascendieron. Fue a festivales y ya no pertenece específicamente a la producción amateur, de alumnos en formación. Estos productores y directores ya tenían una experiencia previa, y se ve. Es muy bonito este trabajo”.
Apoloniatzi y la revolución (2007), de Martín Juárez Montes, y Cuautle (2012), de Alejandro Salgado
El académico Iván Gerardo Deance Bravo y Tronco dedica el siguiente ensayo del libro a estos documentales, que, cada uno a su manera, tocan el tema de la revolución.
“Ahí me parece que lo central es el personaje”, dice Alejandro Jiménez al respecto de Apoloniatzi y la revolución. “Recuperar la entrevista con esta mujer de la época revolucionaria es el elemento central que hay que destacar”.
“Este documental”, dice Mónica Medina sobre Cuautle, “tira hacia un falso documental. Es un trabajo de clase de la facultad que desarrollaron mis estudiantes. Tiene muy buen estilo, tiene un sentido muy lúdico del documental. Hay una buena construcción de personajes, del personaje que se está construyendo a través de diferentes testimonios. Fue un trabajo de estudiantes de sexto o séptimo semestre, y eso es rescatable”.
El árbol: danzas de Miahuatlán (2009), de Paola de la Concha Zindel
El siguiente ensayo de Diálogos con el cine documental poblano, escrito por Verónica Vázquez Valdez, es un análisis formalista del filme El árbol: danzas de Miahuatlán, de la artista multidisciplinaria Paola de la Concha Zindel, en el que documenta los resultados de un curso de danza contemporánea que ella misma impartió en esa comunidad.
“Yo lo he mostrado, y hemos hecho el ejercicio de analizarlo con algunos de mis grupos de trabajo”, dice al respecto Mónica Medina. “Una parte de sus recursos me parece fascinante, muy poética, muy inspiradora. Paola de la Concha, hasta donde sé, no ha seguido mucho por el camino del documental, pero creo que este trabajo quedó muy bien. Es una mirada a un escenario en el estado de Puebla del que no tenía idea de lo que estaba pasando ahí. Este asunto de lo femenino está ahí entrelazado. Me parece un discurso muy interesante”.
Forjando sueños (2010), de Gonzalo Juárez Ríos
El último ensayo de este libro es un análisis desde la narratología cinematográfica del documental Forjando sueños de Gonzalo Juárez Ríos, realizado por la académica Flor de Liz Mendoza Ruiz.
“Lo asocio un poco con El H“, dice Alejandro Jiménez sobre Forjando sueños, “en cuanto al tema de las generaciones, o del paso de la tradición de una generación a otra, en este caso de estos forjadores que se dedican a la herrería en Puebla. Me parece que son ejercicios muy interesantes de recuperación de la memoria, de parte de la historia de Puebla que hay que preservar de alguna manera, a través de este análisis, y por supuesto habrá que preservar el material, porque estos personajes y estos oficios van desapareciendo con la dinámica económica y social en la que nos encontramos”.
“En este documental en específico”, finaliza Mónica Medina, “y así como lo fuimos explicando, regresamos a la identidad poblana en la ciudad. Ya fuimos a Tecomatlán con Apoloniatzi en la Sierra, y aquí regresamos de Miahuatlán al centro, con la historia de este hombre que hereda la tradición de la forja y nos hace ver un escenario que resulta una arquitectura inamovible, en términos de cómo el poblano manifiesta una parte de su identidad religiosa en estas forjas de las iglesias, de ciertos espacios religiosos. El recapitular su vida, y cómo cuenta con dignidad y alegría su tradición, su oficio, es muy emotivo, agradable. Está muy bien contado. Me gusta mucho este trabajo”.