Un recorrido por la exposición ‘Calaveras y catrinas’ (VIDEO)

Seguro conoces esta imagen: “La catrina” de José Guadalupe Posada. Es tan importante que incluso forma parte de la identidad visual de nuestro país y ha inspirado a muchos otros artistas a realizar imágenes similares.

El Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP) montó en la Galería del Palacio Municipal la exposición “Calaveras y catrinas: un paseo por la gráfica mexicana”, que busca recorrer por toda la historia de nuestro país la importancia que las calaveras han tenido para los artistas gráficos.

Hace un par de semanas, el director del instituto, Fabián Valdivia Pérez, dio un recorrido guiado por la exposición a representantes de los medios de comunicación. Lo que te contaremos en este video es parte de lo que él nos explicó.

La exposición hace un recorrido histórico a la inversa, empezando por artistas locales y contemporáneos que hasta la fecha venden su obra en los sitios emblemáticos de nuestra ciudad, como la plazuela de Los Sapos. Mario Martínez, Nocheztli y la joven Isabel Tello son tres de los artistas que representan este grupo.

Antes de continuar, quizá quieras saber un poco sobre el grabado. Conocemos coloquialmente con este nombre a un conjunto de técnicas que consisten en grabar una imagen en bajorrelieve o altorrelieve sobre una superficie plana. Esta superficie será cubierta de tinta y, con ayuda de una prensa que presionará con mucha fuerza la imagen contra un papel, se producirá una estampa.

Aunque se puede grabar sobre la superficie de varios materiales, como la madera y el mármol, las técnicas más utilizadas en la actualidad son el linóleo y el aguafuerte.

El linóleo consiste en grabar con la punta de un utensilio metálico sobre un material de plástico similar al de la suela de los zapatos. El resultado de esta técnica produce líneas consistentes sin textura. Recuerda que el color negro que vemos corresponde a las partes de la placa más superficiales y que, por lo tanto, tuvieron mayor contacto con la tinta.

La otra técnica, usualmente llamada aguafuerte, se realiza con una placa de metal barnizada que se graba con ayuda de un ácido que la carcome y permite que absorba la tinta. En este tipo de grabados, se puede observar mayor textura en los negros, debido a que la cantidad de ácido colocada en distintas partes de la placa de zinc permite mayor o menor absorción de tinta.

Aunque la estampa por sí sola puede resultar en una pieza artística de gran valor estético, a algunos grabadores les gusta añadirle otros detalles, como imprimir con dos o más tintas, realizar relieves sobre el papel con la técnica conocida como gofrado, o incluso incrustar láminas de papel dorado, como en esta hermosa pieza de la artista Jainite Silvestre.

“De Darío Castillejos esta es una gran pieza de manejo del linóleo”, explica Fabián Valdivia. “Desde donde están ustedes se puede notar como si fueran dos texturas distintas, porque vean el grosor que logran estas aves, colibríes, que están atacando a las calaveras, y luego el trabajo fino que hace”.

Uno de los aspectos más importantes del grabado es su caracter de reproductibilidad. Una misma placa puede producir decenas, hasta cientos de estampas. Eso fue muy importante en la historia previa a la invención de la fotografía. ¿Te imaginas cómo la gente conocía famosas obras de arte, por ejemplo las pinturas de la cúpula de la Capilla Sixtina, antes de que existiera la fotografía? Pues lo hacía por medio de los grabados. Algún artista grababa lo más fielmente posible esas imágenes, y así se daban a conocer al público.

Te preguntarás de dónde obtuvo el IMACP tantas estampas. Algunas, sobre todo las que pertenecen a artistas de Puebla, se negocionaron como préstamos directamente con ellos. Otras pertenecen al coleccionista Mercurio López Casillas, quien, a decir de Fabián Valdivia, es la persona que tiene la colección más abundante de gráfica mexicana, con más de 15 mil piezas.

Sigamos con la exposición. Después de los grabadores locales, la exposición sigue hacia el pasado: el siglo XX. Aquí podremos observar obras de autores como Joel Rendón y Darío Castillejos, algunos de los más representativos de este periodo.

Si seguimos hacia el pasado, como la exposición nos lleva, llegaremos a 1934, fecha en la que se publicó la revista Frente a frente, en la que el grabador Leopoldo Méndez realizó una imagen de calaveras como crítica al muralista Diego Rivera y sus supuestos nexos con políticos de la época. Esta pieza es importante desde el punto de vista histórico, pues se cree que podría ser la primera vez en que se utilizó la figura del esqueleto en el contexto de la crítica política.

El nombre de Leopoldo Méndez, miembro fundador del famoso Taller de Gráfica Popular, también es importante por otra razón. Según nos cuenta Fabián Valdivia, él sería la primera persona que reconoció el gran valor estético de la obra de Posada.

Lo que vemos aquí es un retrato de Posada realizado por Leopoldo Méndez. Posada se observa disgustado por lo que ve afuera, que parece ser una protesta. Aunque la imagen que se deja ver detrás de la ventana sí fue parte de un conocido grabado de Posada, a decir de Fabián Valdivia esta no tiene verdadero sustento histórico, pues incluso se le muestra acompañado de los anarquistas hermanos Flores Magón, cosa que nunca ocurrió. Según el funcionario, Posada estaba más bien desinteresado de la política y solo realizaba las imágenes que su editor le comisionara.

“Justamente este grabado”, dice Fabián Valdivia, “lo que hacía era impulsar la idea de que Posada había sido un gran revolucionario y que él hacía la revolución con las imágenes, lo cual no es cierto. Posada fue un genio grabador, pero así como le podían decir ‘oye, graba algo a favor de Francisco I. Madero’, y lo grababa, estaba grabando una hora después retratos de Porfirio Díaz”.

Al pasar a la siguiente sala, por fin hemos llegado a la obra de José Guadalupe Posada. Nacido en Aguascalientes en 1852, el artista trabajó en la imprenta del editor Antonio Vanegas Arroyo, quien ya había impreso revistas con imágenes de calaveras que ilustraban los tradicionales versos de Día de Muertos. En la exposición podemos ver 36 obras originales de Posada y diez de Manuel Manilla, un grabador que trabajó previamente para Vanegas Arroyo, pero a quien Posada superó en destreza técnica.

Si miramos los trazos de Posada, la composición de sus calaveras, el sentido de movimiento que tienen sus imágenes, no será difícil distinguir que su talento gráfico era el de un genio.

Posada murió en enero de 1913 y su famosa catrina fue publicada por primera vez en octubre de ese año, ya de manera póstuma, aunque firmada por él. Se cree que, aunque Posada trazó el dibujo, fue alguno de los asistentes o aprendices de la imprenta de Vanegas Arroyo quien llevó el dibujo al grabado. Esto quiere decir que nunca vio impresa su creación más famosa y trascendental para la cultura mexicana.

“El grabado está firmado”, explica Fabián Valdivia. “Aquí dice Posada. Y este no lo grabó. Lo dibujó. Mercurio López me estaba explicando cuando lo veíamos: ‘este es un dibujo de Posada pero no es un grabado de Posada, porque no tiene el cuidado del grabado del Quijote. De acuerdo a Mercurio, Posada, hacia 1904 o 1905, deja de grabar, solo ilustra y otros graban”.

Ahora, si miras bien, notarás que la famosa osamenta lleva el título de “La calavera de los fifís”, así que, ¿cómo es que ahora la conocemos como “catrina”? Resulta ser que fue Diego Rivera, otro gran admirador de Posada, quien la nombró así.

La última sala de la exposición “Calaveras y catrinas” abarca los siglos XVIII y XIX, y nos ayuda a contextualizar el trabajo de Posada. ¿Cuál era la cultura visual predominante en aquel momento? ¿Cómo habrá inspirado y abrigado el trabajo de Posada?

Quizá lo más interesante de esta sala es el libro La portentosa vida de la muerte: emperatriz de los sepulcros, del religioso franciscano Joaquín Bolaños.

Se dice que esta obra, didáctica y moralista, fue una de las primeras novelas que se publicaron en la entonces Nueva España. Lo más interesante de ella son los grabados de calaveras que ilustran cada uno de sus capítulos. En la muestra podemos ver no sólo una primera edición original de la novela, de 1792, sino que además, para que no nos quedemos con las ganas de conocerlos, el IMACP expone cada uno de estos grabados en el fondo de la sala, uno junto al otro.

Esperamos que este recorrido por la exposición “Calaveras y catrinas: un paseo por la gráfica mexicana” te haya gustado. Para conocer más de lo que ocurre en Puebla en los mundos del arte y la cultura, visita nuestra página web revistalumbreras.com y sigue nuestras redes sociales.

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