Con motivo del centenario de su nacimiento, el artista plástico Desiderio Hernández Xochitiotzin fue objeto de una amplia exposición retrospectiva que abrió la noche de este martes en las salas del Museo Regional de Cholula.
Ahí, Citlalli H. Xochitiotzin, hija del artista y directora de una fundación que lleva su nombre, encabezó un recorrido guiado por la amplia exposición, que seguramente permitirá a muchos descubrir la obra de un artista, conocido por algunos como el último gran representante del muralismo mexicano, pero cuyo nombre quizá ya no resulte tan familiar en muchos sectores más jóvenes.
Después de un acto protocolar que fue apenas interrumpido por la fuerte lluvia que se desató alrededor del museo, abrió oficialmente la exposición “Xochitiotzin, cien años: muralista forjado en Puebla”, montada con enorme atino por el curador e investigador Emmanuel Albarrán, jefe de curaduría, investigación y pago en especie de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, además de encargado de la curaduría y trabajo museográfico de la muestra.
La exposición inicia con grabados y dibujos en tinta china del artista nacido en Tlaxcala pero que llevó buena parte de su vida artística a Puebla, donde perteneció al grupo fundador del Barrio el Arista, sitio que hoy en día lleva una placa que lo recuerda. Estas primeras piezas están dedicadas a la iconografía que Xochitiotzin trazó de los carnavales populares de Contla, Tlaxcala, su pueblo natal. Payasitos y hombres con máscaras que se asemejan a las de los huehues de los barrios de Puebla significaron un tema importante y recurrente en la historia creativa del artista al que se le conoce sobre todo por su segundo apellido.
Citlalli H. Xochitiotzin contó entonces a los presentes, entre quienes se encontraban Sergio Vergara Berdejo, secretario de Cultura de Puebla, y su homólogo en Tlaxcala, Antonio Martínez Velázquez, que el reto más grande en la gestión de esta exposición fue el de reunir obra de su padre que fuera suficiente para una retrospectiva, pues esta está distribuida en colecciones privadas y públicas de varios países. Para limitar costos, dijo la también poeta, la búsqueda se centró en Puebla y Tlaxcala, donde al menos 14 coleccionistas particulares accedieron al préstamo de las obras.
La poeta aclaró, sin embargo, que la selección de material continúa, esto como parte de una serie de acciones en las que la Fundación Desiderio Hernández Xochitiotzin ha trabajado todo este año, encaminadas a rescatar la memoria del artista a propósito de los cien años de su nacimiento. Esto inició a principios del año, con un coloquio organizado en conjunto por tres secretarías de Cultura: la federal, la de Puebla y la de Tlaxcala.
La exposición, además, ha sido itinerante y se irá engrosando en su camino. Su primera parada fue el Salón de la Plástica Mexicana, donde se expusieron unas noventa piezas. En Cholula se abarcaron unas 150, y en el destino final, el centro cultural Los Pinos, se espera que haya un par de cientos, por lo que las conversaciones con nuevos coleccionistas siguen en pie.
Al seguir por las salas de la exposición llegaremos a otros temas y búsquedas del artista, que tuvo, como todos los creadores de trayectorias tan amplias, diversas etapas marcadas por sus inquietudes personales y estéticas, y al desarrollo de distintas técnicas que mantuvieron viva su producción.
Así, por ejemplo, en alguna de las primeras salas sobresalen unos cuadros casi de arte abstracto, en negro, blanco y gris, que contrastan con otras de las propuestas que se mirarán más adelante, como algunos cuadros costumbristas, con niños jugando rondas e interiores de pulquerías perfectamente detallados, o bien cuadros de temática religiosa, hasta sus famosos murales, reproducidos en tela con la técnica conocida como gigafoto por el fotógrafo Sergio Ortiz Suárez con resultados extraordinarios.
Uno de los cuadros de Xochitiotzin está pintado solo en negro (como después haría los suyos Beatriz Zamora) lo que resulta diametralmente opuesto a los detalles que pueden observarse en las plumas de los tocados, las manos y uñas, la vestimenta y decorados de los personajes prehispánicos que pueblan el mural ubicado en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala, donde se representa una asamblea entre tlaxcaltecas y cholultecas en tiempos de conquista.
Los años cuarenta, explicó la hija de “El maestro”, como ella lo llama siempre que se refiere a él, fue la época en que exploró los colores oscuros. Tuvo también su época de uso de la espátula. Una donde hizo más cuadros de contenido religioso. Otra donde pinto al volcán Popocatépelt con gran prolijidad, aunque, advirtió, solo hasta los años noventa les agregó fumarola.
La exposición “Xochitiotzin, cien años: muralista forjado en Puebla” está llena de secretos, detalles que pasarían desapercibidos a quienes no conocen la historia del artista tan profundamente.
Por ejemplo, los cuadros costumbristas donde se muestran rondas infantiles y hombres tomando pulque tienen una gran influencia estilística del pintor francés Jean Charlot, a quien Xochitiotzin conoció cuando este estuvo en México becado por la fundación Guggenheim. El artista galo, contó el curador Emmanuel Albarrán en una breve charla con LUMBRERAS, se reunió con los artistas más destacados de Puebla y Tlaxcala y conoció el trabajo de este artista.
“En 1947, al término de la estancia de Jean Charlot en México gracias a la Beca Guggenheim”, explica el investigador en uno de los textos que escribió para la exposición, “recibió a jóvenes pintores de Puebla y Tlaxcala, entre los cuales destacaba Xochitiotzin, de quien enfáticamente reconoció su talento y lo invitó a participar en la muestra colectiva de la Galería Mont-Orendáin, ahora Salón de la Plástica Mexicana. En esta relevante exposición colectiva, dedicada a la nueva plástica mexicana, la obra de Desiderio tuvo gran éxito, e incluso su obra fue de las primeras en ser vendida”.
También se muestran en la exposición proyectos inconclusos y bocetos de obras arquitectónicas, monumentos y remodelaciones que no se llevaron a cabo, así como algún otro cuadro que había estado guardado en bodegas de colecciones particulares por al menos dos décadas, como uno que representa a Cristóbal Colón y complementa la sección inconclusa de un mural que el artista nunca terminó in situ.
Otra de las piezas más icónicas de Xochitiotzin son los vitrales del templo de Nuestra Señora de Ocotlán, en la ciudad de Tlaxcala, también reproducidos mediante fotografías y disponibles en la exposición.
Citlalli H. Xochitiotzin destacó al respecto de ellos la enorme disciplina y paciencia que su padre debió cultivar para lograrlos. Los vitrales van iluminándose uno a uno y reflejando sus colores al interior del templo, a horas del día específicas, lo que produce en los feligreses una potente sensación estética. Al iluminarse cada vitral de manera secuencial durante las horas iluminadas del día, la pieza produce también una secuencia narrativa.
Para llegar a los colores de cada vitral, contó su hija, Xochitiotzin debió hacer múltiples pruebas de horno, ya que el tono cambiaba al alterarse la temperatura. Esto, incluso, dijo casi riendo, dejó a Xochitiotzin empobrecido temporalmente.
La exposición “Xochitiotzin, cien años: muralista forjado en Puebla” puede verse hasta el 7 de agosto en el Museo Regional de Cholula (14 Oriente 307, San Juan Aquiahuac, San Andrés Cholula) de martes a jueves en un horario de 10 a 17 horas, y de viernes a domingo de 10 a 18 horas.