Maricarmen Graue: la búsqueda de una artista multidisciplinaria

En la primera secuencia del documental Maricarmen (2019), de Sergio Morkin, una mujer adulta, ciega, se prepara para salir a trabajar. Siempre sola, se baña, se viste, sale de casa. Cruza las agresivas calles de la Ciudad México entre decenas de autos que parecen no querer detenerse a su paso. Entra a la estación del metro, camina entre la muchedumbre que va en contraflujo suyo, pregunta por dónde ir al destino que necesita mientras de pronto alguien de entre el montón se decide a ayudarla.

Quien no sepa nada sobre Maricarmen Graue Huesca, la protagonista de la cinta, quizá pensará en esta secuencia de apertura que Maricarmen es una de esas películas dedicadas a protestar contra el diseño hostil de las ciudades, donde las personas con discapacidad o movilidad limitada son las más afectadas. Pero no, Maricarmen es un retrato complejo, a veces duro pero también dulce, sobre una fascinante artista multidisciplinaria.

Maricarmen Graue es más reconocida por su trayectoria en la música, pues su formación y su trabajo central ha estado dedicado al chelo, instrumento del que es virtuosa ejecutante y docente. Ha sido integrante de diversos ensambles y orquestas, aunque últimamente, debido a que su ceguera le impide leer partituras y debe aprender todo de memoria, ha debido concentrar su trabajo en grupos de repertorios más breves. Además de la música, la artista se ha desempeñado en las artes plásticas, como pintora y escultora, y también como escritora de una autobiografía y, ahora, como protagonista de su propia película.

Uno de los autorretratos de Maricarmen Graue. Foto: Josué Cantorán

“La música siempre ha estado presente en mi vida, desde la infancia, por la relación con mi papá”, dice la artista multidisciplinaria en una breve entrevista. “Pues sí, siempre tenía yo orejas para escuchar, y digamos que es mi eje principal y sí me ha hecho toda una compañía a lo largo de la vida. De pronto hay etapas donde no he podido tocar, o he tocado menos, y sí siento hasta una necesidad física de tocar el chelo o de escuchar. Es algo que siempre está muy presente, y sí, paralelo con las artes plásticas”.

Maricarmen pasó la tarde entera de este viernes en la Casa de la Cultura de Puebla, a donde fue invitada por la Secretaría de Cultura para encabezar tres actos del programa del festival “Sin límites: cultura en discapacidad”. Ahí, la artista inauguró la exposición “Lo que no ve el espejo”, de pintura y escultura, ofreció un concierto de chelo y piano junto a Alex Mercado y estuvo presente en la proyección de la cinta que lleva su nombre, al lado de su director y productora.

Poco antes de la inauguración de su exposición, Maricarmen se tomó unos minutos para platicar con representantes de los medios. Entre risas y bromas, la artista contó sobre cada una de sus aficiones creativas.

La artista con ceguera encontró las posibilidades de lo tridimensional. Foto: Josué Cantorán

“Siento que de alguna forma tengo multipercepción”, dijo. “A veces escucho la música y me estoy imaginando cosas visuales, o de pronto estoy haciendo mis figuras y me estoy imaginando música. Siempre estoy interrelacionando de alguna forma mis actividades creativas. También con la escritura me pasa mucho. Yo creo que por eso está la necesidad de estarme expresando tanto con diferentes medios. Siento que se retroalimentan unos a otros”.

La exposición “Lo que no ve el espejo” consta de varias piezas de pintura de estilo expresionista, casi todas ellas autorretratos, y tres esculturas. Las primeras fueron hechas entre 1992 y 2000, cuando Maricarmen aún conservaba algo de visión, mientras que las esculturas son parte de una nueva exploración suya que inició hace menos de cuatro años, después de percatarse de las posibilidades de lo tridimensional para las personas con ceguera que desean desarrollarse en la plástica.

“Hice unos autorretratos en los que trataba de ubicarme con lo que todavía quedaba de mi visión”, relató la artista, “y hace como tres años comencé a hacer escultura. Siempre me gustó, pero como que sí estuve un poco en guerra con esta cosa de no resignarme a perder eso que tanto me encantaba, que era pintar, y me encontré que podía hacer mis pinturas al tacto, de alguna forma representar mis imágenes visuales internas en tercera dimensión, que era como realmente las podía disfrutar. Así es como ha surgido esta nueva etapa”.

Maricarmen trabaja actualmente en un proyecto centrado en la escultura que tendrá también textos y música y que espera estrenar próximamente.

Maricarmen Graue en concierto. Foto: Josué Cantorán

En cuanto a la música, la disciplina en la que ha destacado de manera más extensa, Maricarmen dio un concierto al lado del pianista Alex Mercado, en el que interpretaron desde piezas de música clásica hasta versiones instrumentales de la canción de autor latinoamericana.

Maricarmen Graue escribió también Mirar mirándome (2020), un libro autobiográfico en el que lo mismo hay anécdotas de su vida como reflexiones sobre vivir con ceguera. Las notas de este libro, resultado de un taller de escritura autobiográfica, sirvieron como base para la realización del documental dirigido por Sergio Morkin.

“De pronto me di cuenta”, explicó la también escritora, “que (la escritura) era un hilito que había empezado a jalar y que tenía que seguir jalando y jalando, hasta que se fue armando el libro. Fue muy bonito ver mi vida a través de los recuerdos, y un poco de esta experiencia, de la pérdida de la vista, que también me ha dado una nueva visión de la vida. Hay muchas reflexiones sobre la ceguera, sobre cómo la vivo, y también sobre mis aciertos, mis burradas, mis gustos. Es un testimonio, un espejo de lo que soy yo desde mis propias palabras”.

No es de extrañar que una artista tan compleja, con un cuerpo de obra tan extenso en diversas disciplinas, sea de interés de un realizador de documentales. Pero Maricarmen es más que eso, y la cinta centrada en su persona muestra todos los aspectos de su vida: se preocupa por mostrar su trabajo artístico pero también su vida personal, sus claroscuros. Se le muestra feliz, en fiestas acompañada de amigos, haciendo chistes, riéndose de sí misma, pero también triste y desolada, en sus momentos de flaqueza. Se muestran sus virtudes, su alegría y su entereza, y también sus complejidades, su naturaleza, lo que la hace humana, su complicada relación con su madre, por ejemplo.

“Es raro”, responde cuando se le pregunta qué se siente ser la protagonista de una película. “A veces sí me identifico, a veces digo ‘ay, ¿a poco yo soy esa?’. Sí es una sensación extraña, indiscutiblemente, pero creo que fue un buen retrato global de más o menos cómo es lo que he hecho a lo largo de mucho tiempo, de lo que siento, de lo que soy, de lo que es mi vida. Me cae bien el personaje”.

“¿Lo conoces?”.

“Sí, lo conozco”.

La artista dejó de pintar cuando perdió la vista en 2000. Foto: Josué Cantorán

La cinta surgió de un encuentro personal entre Sergio Morkin y Maricarmen durante una reunión de amigos, tras la cual el realizador le pidió comenzar a grabarla para producir un documental. Ni uno ni otra sabían que el proceso de recolección de metraje se extendería por siete años.

“Así empezó, así de fácil y así de difícil”, dice Maricarmen durante la entrevista, “porque sí fue un proceso largo, muy fuerte, porque hubo muchas confrontaciones conmigo misma, con Sergio también, a veces, pero siempre buscando la mejor solución para que saliera la película. La verdad el resultado creo que es muy afortunado, yo le agradezco a Sergio muchas cosas que me ha dado la película, entre ellas también mejorar la relación con mi madre, que es ahora algo que sí fue muy importante para mí”.

La ceguera ha implicado un punto de quiebre en la vida de la chelista. Si bien desde la infancia se le diagnosticó un glaucoma que terminaría por acabar con su visión, fue hasta 2000 cuando Maricarmen la perdió por completo. El proceso, desde luego, implicó pérdidas: Maricarmen tuvo que renunciar a su puesto como chelista en una orquesta sinfónica cuando los amplios repertorios que debía interpretar superaban los que su memoria podía retener. Y, además, tuvo que dejar de pintar.

Sin embargo, la artista paulatinamente descubrió que la música nunca la había abandonado. Se integró a otro tipo de ensambles, incluso al rock, comenzó a explorar la escultura como medio de expresión, escribió un libro y protagonizó su propia película.

“Muchas veces se ignora no tanto lo que no se puede hacer, sino lo que sí se puede hacer”, reflexionó durante la entrevista. “Muchas veces la gente ve a una persona ciega en la calle y se queda con la idea de ‘pobrecito, qué mala suerte’, y sin duda el mundo no está hecho para los ciegos, pero tener una discapacidad visual no quiere decir dejar de disfrutar ni de sacar provecho a lo que sí queda, porque la gente se casa más con lo que pierde que con lo que tiene. Y en general lo digo: hasta los que se sienten normales pierden algo y de inmediato está la actitud de pérdida. Claro, hay que vivir un duelo, pero finalmente quedan miles de cosas más con las que se puede seguir trabajando, seguir disfrutando”.

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