Junius Maltby, un contador de treinta y cinco años, se muda a la comunidad rural de Las Praderas del Cielo por consejo de su médico, que ha detectado en él un mal crónico que una estancia prolongada en la ciudad solo agudizaría. Tras casarse con la mujer que le dio hospedaje temporal durante su convalecencia, y después de enviudar él mismo a causa de una epidemia, Junius se convierte en propietario de un extenso rancho, heredado de su efímero matrimonio, y sin responsabilidades próximas ni mucho qué hacer se deja llevar por la pereza y los placeres de una vida sencilla.
La historia anterior es la premisa del sexto capítulo de Las praderas del cielo, una colección de cuentos interconectados que el escritor estadounidense John Steinbeck publicó originalmente en 1932. Noventa años después, la historia de Junius Maltby ha llegado al formato de novela gráfica bajo la adaptación y trabajo visual del mexicano Ricardo Peláez Goycochea, en una edición del Fondo de Cultura Económica.
Junius Maltby y las praderas del cielo (2022), este nuevo producto editorial, se presentó el pasado sábado en el marco de la Feria Nacional del Libro (Fenali) de la BUAP y consta de unas cuarenta páginas de viñetas a blanco y negro que relatan casi de manera íntegra la historia de Junius Maltby según fue concebida por Steinbeck, pero entremezclando lo visual con lo escrito.
“Steinbeck es un autor del cual me interesa particularmente su acercamiento desde lo personal”, explica el narrador gráfico Ricardo Peláez en entrevista con LUMBRERAS. “Me gusta su abordaje de las historias desde los aspectos más íntimos de los personajes, en el sentido de que se corresponde con una lógica que a mí me ha interesado en mis propias historias, cuando yo las escribo, que tiene que ver con las decisiones humanas, las formas en que cotidianamente el individuo está ante los dilemas que le significan la transformación de su vida, los caminos que constantemente estamos tomando y lo que nos motiva a tomar esas decisiones”.
La historia de Junius Maltby es ejemplo de ello: él no es una mala persona, pero su desinterés absoluto por las opiniones de los demás lo van sumiendo en una espiral de decisiones cuestionables que tienen afectaciones directas en su hijo, un chico que viste harapos, que nunca ha tenido un par de zapatos y que comienza a ser escolarizado solo hasta que el gobierno local exige al padre matricularlo a la primaria.
“Las grandes tramas siempre están compuestas de decisiones íntimas”, explica el autor de la novela gráfica, “y eso Steinbeck lo refleja de una manera muy empática, además, no desde una posición moralista, sino de aprendizaje, de tal manera que los personajes de Steinbeck están aprendiendo, están transcurriendo, están decidiendo, y él, como escritor, lo que hace es ponerlos en las situaciones que les obligan a decidir. Eso me interesa particularmente”.
En algún punto del relato, cuando Junius finalmente cae en cuenta de que su pasividad ante la vida quizá tenga consecuencias a terceras personas, debe tomar una decisión rápida y radical. En el texto de Steinbeck, y en las tiras de Peláez Goycochea por extensión, no hay moraleja sencilla, no hay respuestas claras: su decisión puede ser buena o mala, según cada lector lo vea, o puede ser ni buena ni mala, ni correcta ni errónea, solo una decisión vital que debió tomarse para seguir trazando el camino.
“Steinbeck presenta la historia”, continúa el escritor e ilustrador, “sin enjuiciar y sin dictarnos una moraleja dictada por una moralidad o un condicionamiento religioso. Al plantear ese dilema de crianza, creo que lo que nos deja como lectores son más preguntas que respuestas, preguntas interesantes que nos llevan a pensar qué haríamos si estuviéramos en esa circunstancia, o cómo valoramos el éxito o el fracaso de lo que ese hombre hizo en su propio hijo al momento de criarlo”.
Uno de los retos centrales al adaptar la historia de Junius Maltby, cuenta su adaptador gráfico, fue conservar algunas de las principales cualidades de la escritura de Steinbeck, como sus descripciones y adjetivaciones, y trasladar todo lo demás al lenguaje visual. La historia se conservó prácticamente íntegra, excepto por una subtrama del relato original que involucraba a un compañero de clase de Robert Louis, el hijo de Junius, que ya no lograba cuadrar en la novela gráfica de manera natural.
“La emocionalidad que puedan dar las imágenes ya es mi tarea”, explica Ricardo Peláez, “la emocionalidad de las palabras es tarea de Steinbeck, y yo lo que procuro en ese sentido es preservar el sentido intacto de sus frases más significativas en el relato”.
En cuanto a lo visual, uno de los aspectos más interesantes de Junius Maltby y las praderas del cielo es que está producido a blanco y negro, impreso a una sola tinta, una decisión estilística que le da un valor especial al producto editorial y que tuvo dos razones detrás: una económica y una cultural.
“La idea del blanco y negro en esta colección en específico”, explica el autor a esta revista digital, “es tenerla también a un precio accesible. El blanco y negro siempre es más económico al imprimir y esa era una prerrogativa, que fueran producciones creadas a precio accesible, con calidad literaria, visual y de impresión, por supuesto. Por otro lado, la resolución gráfica, que está hecha con base en tramas o pantallas mecánicas de puntitos para dar los grises o la ambientación, se debió a que en ese momento estaba leyendo historietas japonesas, y la mayor parte de esta se edita sin color, a blanco y negro”.
Ricardo Peláez señala que este tipo de impresión con una sola tinta buscaba hacer un guiño a las nuevas generaciones de lectores de narrativa gráfica, quizá más familiarizados con los estándares de estilo de las mangas japonesas, cuya popularidad es cada vez más alta.
“Uno pensaría que en un país tan desarrollado”, dice en entrevista, “con una tradición historietística importante y tan poderosa, con una industria editorial tan fuerte como la del manga en Japón, predominaría el color, pero no. También era un guiño a los lectores jóvenes habituados al manga, para que encontraran una resonancia técnica con eso, al mismo tiempo de permitirme explorar una técnica que no suelo hacer”.
Durante la presentación de su nuevo libro, Ricardo Peláez recordó que México es también, aunque no mucha gente lo sepa así, de manera explícita, un país con una tradición larguísima de narrativa gráfica, misma que habría iniciado en los códices prehispánicos, seguiría en los grabados de la prensa del siglo XIX al estilo de José Guadalupe Posada y culminaría con el muralismo mismo.
En el siglo XX, añadió, hubo un periodo de oro de la historieta en México, donde se llegaron a producir cómics por millones, aunque a la par ocurrió un fenómeno de “chatarrización” del género, en el que predominaron los productos de carácter erótico o melodramático.
En la actualidad, dice, lo editado por el Fondo de Cultura Económica es un ejemplo de que existen nuevas formas de entender la narrativa visual, que se hacen con ética y compromiso, con inteligencia y sin subestimar a sus lectores, sean o no jóvenes.
“Tengo muchos años de colaborar”, dice el autor al respecto de su relación con el FCE. “He pasado por diferentes administraciones y he transitado ahí con mucho gusto, en primera porque al Fondo la considero mi casa editorial, es con quien he venido trabajando en muchas formas, tanto a nivel gráfico, con las ediciones, como dando talleres, conferencias y presentaciones. Es una editorial que respeta los derechos de autor, paga regalías y es muy respetuosa y responsable con sus autores en términos administrativos y económicos. Pero, además, es la editorial del Estado, es nuestra editorial como país”.