Este martes, la Secretaría de Cultura federal entregó el templo y exconvento de Cuauhtinchan a la comunidad de este municipio ubicado a unos cuarenta kilómetros de la capital poblana. Con ello, los habitantes podrán volver a hacer uso de este inmueble con fines devocionales, después de que permaneciera cerrado por casi cinco años tras sufrir daños severos en el sismo de septiembre de 2017.
Con la presencia de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, la reinauguración convocó además a autoridades de la Secretaría de Cultura estatal, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, del gobierno municipal de Cuauhtinchan y de la sociedad civil, que, a decir de los encargados de los discursos del evento, fue pieza clave para que la remodelación del templo se concretara.
Se trata, sin embargo, de apenas la primera fase del rescate. En ella, explicó Manuel Villarruel Vázquez, director del Centro INAH Puebla en una breve entrevista, se aseguró que los elementos estructurales del templo católico estuvieran lo suficientemente firmes para su reactivación social, mientras que en la segunda fase se trabajará en acciones menos prioritarias.
“Lo que se entrega hoy es la etapa de consolidación estructural del templo”, dijo el funcionario del INAH. “Al consolidarse la nave principal, es posible volver a utilizarlo. Lo que estamos entregando hoy es devolverle al espacio su uso comunitario, social, religioso, que quizá sea el elemento más simbólico de esta actividad”.
Las prioridades de estructura que el inmueble demandaba para su rehabilitación eran la intervención de sus muros, de su torre sur y de su bóveda, elevada a dieciocho metros de altura, lo que implicó un trabajo arduo de operarios, técnicos y albañiles. Además, se consolidaron los lienzos murarios mediante la inyección de grieta, y se protegió el exterior de la bóveda para prevenir el ingreso de la humedad.
“Se realizaron una serie de estudios, de protecciones, de apuntalamientos”, añadió Villarruel Vázquez. “Se hizo un proyecto de restauración, que no existía. Fue necesario hacer cálculos estructurales, sobre todo para entender la manufactura del edificio y cómo puede vibrar o moverse una estructura de esta naturaleza ante un sismo, en qué sentido, hacia el norte o en qué coordenadas, y además entender que los edificios históricos se defienden de los sismos”.
Si bien este templo fue calificado como con daños severos después del terremoto de 7.1 grados ocurrido el 19 de septiembre de 2017, no es el primer movimiento telúrico que azota a esta comunidad y su sitio devocional. En otros fuertes terremotos, como los de 1985 y 1999, ocurrieron daños similares.
Durante un recorrido por el templo, Villarruel explicó, con Alejandra Frausto a su lado, que se protegieron las piezas de arte religioso del exconvento, como pinturas, esculturas y retablos, además del púlpito y el órgano, esto con ayuda de la comunidad del municipio, que colaboró de cerca con los restauradores.
Se intervinieron, además, la torre campanario del lado norte –cuya altura es de 36 metros–, la fachada principal, la bóveda principal y sus muros y el contrafuerte norte. Por si lo anterior fuera poco, en la bóveda interior se utilizaron pigmentos naturales, para así preservar las técnicas tradiciones que se conservan en Cuauhtinchan.
Aunque utilizable, el templo no está listo. Los altares laterales continúan protegidos por plásticos negros porque la restauración de las piezas de arte pictórico y escultórico que albergan aún no está del todo completada.
Durante el recorrido por el templo, Alejandra Frausto animó a los miembros de la comunidad de Cuauhtinchan a acercarse a escuchar la explicación del arquitecto que coordina los trabajos del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Puebla. Una abuela y su pequeña nieta se colocaron junto a la funcionaria federal.
“¿Hace cuánto tiempo que no entraban aquí, a su templo?”, les preguntó.
Para la pequeña Estefany, este martes fue el primer día que pudo entrar al templo de su pueblo, cerrado cinco años atrás.
El templo
De estilo renacentista, el templo y exconvento de advocación franciscana de San Juan Bautista fue diseñado por el arquitecto español Francisco Becerra y terminado en 1590, de acuerdo con el micrositio WikiPuebla del medio digital Poblanerías.
El mismo sitio asegura que “en su interior se encuentra el retablo más antiguo de América, que data de 1534” y fue “construido en madera por Nicolás Tejeda de Guzmán”. Al parecer, la gran magnitud del retablo propició su llegada a Cuauhtinchan, al ser demasiado grande para otros templos, como el de San Francisco, en la capital poblana, a donde estaba destinado originalmente.
En un material producido por el INAH se describe a la portada del templo como “compuesta por un arco de medio punto que se apoya sobre impostas de molduras clásicas y jambas en las que se aprecia un sencillo almohadillado en su talla”. Además, “el arco, por el que se accede al templo, está franqueado por pilastras estriadas en el último tercio”.
Para conocer más sobre este templo, revisa las imágenes que LUMBRERAS obtuvo durante el día de su reinauguración.